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La uva, uno de los cultivos más antiguos del mundo, es pura esencia mediterránea, y la fruta a la que todos los amantes del vino rendimos vasallaje. Aunque no somos los únicos... Lleva más de un siglo siendo la protagonista de nuestras nocheviejas, en las que encomendamos nuestra suerte a las 12 uvas, una por cada campanada. Una popular teoría sitúa el origen de esta curiosa tradición en 1909 –aunque también se dice que en la década de 1880, los burgueses madrileños ya daban la bienvenida al Año Nuevo con uvas y champagne imitando a los franceses; entonces, las clases más humildes se reunieron en la Puerta del Sol para ironizar sobre aquella costumbre y comerse las uvas con las campanadas del reloj–, donde hubo un excedente en la cosecha de uva Aledo, y a los creativos productores alicantinos se les ocurrió la genial idea de venderlas como "uvas de la suerte".
Desde entonces, a las uvas de Vinalopó se las conoce con este llamativo sobrenombre. Hoy están amparadas por una D.O.P. que contribuye al desarrollo territorial del valle del Vinalopó, y solo en Nochevieja se consumen... ¡dos millones de kilos! Durante más de 100 años, los agricultores de esta comarca han consolidado una técnica totalmente artesanal y única en el mundo: el embolsado. Los racimos crecen bajo el refugio y mimo de su bolso sin necesidad de protegerse de las agresiones climatológicas (por eso tienen la piel mucho más fina y un color uniforme) y son recolectados uno a uno en su punto óptimo de maduración: "La influencia del bolso permite que la maduración se retrase unos 30 días, lo que potencia su sabor y textura", destacan desde el CRDOP. Ese sabor es especial y delicioso, y además son muy saludables (ricas en antioxidantes, fibra, potasio y fósforo).