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Pocos alimentos cuentan con el inmenso poder evocador del turrón, que sabe a las noches de Reyes de nuestra infancia, a las brasas de las chimeneas que fueron, al incendio cálido de las que serán. Y, como suele suceder con las historias de las recetas más deseadas, su origen se pierde en el tiempo. Se dice que el turrón pudo nacer en la Antigua Grecia, donde los atletas se alimentaban de una energética pasta de miel y almendras antes de los Juegos Olímpicos. Pero lo más probable es que sus raíces se encuentren en la cultura árabe, como las de la mayoría de dulces elaborados con miel y frutos secos. De hecho, como apuntan desde el Consejo Regulador de las Indicaciones Geográficas Protegidas Jijona y Turrón de Alicante, en el tratado De medicinis et cibis semplicibus del siglo XI, escrito por el médico cordobés Abdul Mutarrif, se habla de una elaboración medicinal similar llamada turun. También explican que aquel delicioso dulce fronterizo llegó a Alicante en el siglo XV, paraíso del turrón desde entonces. En Jijona, con sus campos salpicados de almendros y panales de miel, se elabora el incitantemente blando Turrón de Jijona (¡desde hace unos días cuenta con su propia ruta turística!), que tiene como base una mezcla de azúcar y miel con almedras molidas y tostadas. A la base del crujiente Turrón de Alicante se le añade clara de huevo diluida hasta conseguir el punto de bola, y también las almendras tostadas (aunque enteras). En el Concurso Tapeando con Turrón por Jijona –que terminó el 7 de noviembre, Día Mundial del Turrón–, este delicioso ingrediente con el que se elaboran helados y otros postres ha demostrado que también puede ser protagonista de originales bocados salados, como el Calabacín con rulo de cabra y turrón (El Casino), la propuesta favorita del público.
