- Redacción
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- 2002-02-01 00:00:00
De todas las bebidas espirituosas españolas, la de mayor consumo es, con mucho, el brandy de Jerez. Pero pocos conocen que también es la más exportada, con la apertura de nuevos mercados, año tras año, y con un crecimiento sostenido en los países donde ya su consumo es toda una tradición. Esta expansión constante no es otra cosa que la continuación del espíritu emprendedor que llevó a sus antepasados bodegueros a seducir a los más refinados mercados del mundo con el inimitable sherry. Para ello, el esfuerzo inversor ha sido considerable por parte de las bodegas, con el apoyo combinado de la Junta de Andalucía, del ICEX y de las oficinas comerciales en el exterior. Solo así se entiende que casi una cuarta parte de sus brandies se destine a la exportación: nada menos que 18 millones de botellas.
Son tan incisivas las campañas de relaciones públicas llevadas a cabo por algunas marcas, que los alemanes, por ejemplo, consumen ya cinco veces más brandy de Jerez que del todopoderoso y universal whisky: se meten al cuerpo cada año unos tres millones de botellas. Italia es el segundo comprador -con más de un millón de botellas anuales-, pero con una variante con respecto a todos los demás mercados: como no podía esperarse menos de su proverbial refinamiento, los italianos son los primeros consumidores del mundo de la categoría superior, el Solera Gran Reserva, ese milagro de color caoba yodado, de aromas torrefactos y de maderas, dulce y amargo a un tiempo, paraíso de los paladares iniciados. Los grandes brandies jerezanos, como Cardenal Mendoza, Gran Duque de Alba, Carlos I o Lepanto reinan en las cartas de los mejores restaurantes italianos sin el menor complejo.
Hay para el brandy mercados sorprendentes, como Taiwan, donde en 1995, un año después de la supresión del monopolio estatal de importación, se vendían ya 2,3 millones de botellas, un 60% más que en el anterior. O Filipinas, con un consumo de casi 4 millones de botellas, por no hablar de América, que se bebe ella sola una cuarta parte de la exportación del brandy de Jerez. A Hemingway le deben los jerezanos buena parte del éxito americano de esta bebida, cuando el escritor, que pasaba largas temporadas en Cuba, lo puso de moda, mezclado con hielo y soda. Ocurrió, por supuesto, en el bar del famoso Floridita -donde se inventó el “daiquiri”-. Allí corrían generosamente sobre las mesas el Fundador y el Felipe II, envueltos con el desparpajo latino en esta combinación refrescante. Del Floridita prendió como la pólvora a toda la Habana, y de allí dió el salto a Puerto Rico, Venezuela y al resto de los países caribeños. La fórmula contagiosa terminó siendo una bebida de buen tono y prestigio desde los Estados Unidos a la América Central. Quizá el segundo descubrimiento de América.
Muchos son soberbios. Como muestra, veamos hoy dos ejemplos de los grandes brandies de Jerez que están ganando mercado día a día: el Gran Reserva de Barbadillo y el Lepanto de González Byass.