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Garnacha dulce y frutas de sartén

  • Redacción
  • 2002-11-01 00:00:00

Harina, huevo, aceite, aire... y la sutileza de los aromas especiados: tales son los simples y básicos elementos sobre los que se levanta el dulce y delicioso paraíso de las “frutas de sartén”: del riguroso pestiño al sobrio churro, del fatuo buñuelo a las decorosas escarapelas, del sentencioso tostón de monja al dicharachero bartolillo.
Las “frutas de sartén” han sido durante siglos fuente de dulces alegrías para los españoles, que a la hora de hincarle el diente a un “mingolillo” o embeberse con un “borrachuelo” no se han diferenciado la monja de la reina, el tendero del obrero, el canónigo del liberal. Y es que las “frutas de sartén” constituyen el reino repostero de la igualdad: aúnan en su singular concepción lo modesto con lo sublime, lo fácil con lo sabroso. Sirven tanto para matar el hambre o empapar la resaca de una noche festiva, como para soportar pacientemente, sobre una mesa camilla, la más sesuda disertación. Hay algo de erótico, licencioso, secreto y esperanzador en las “frutas de sartén” cuando acompañan un chocolate o la copita de licor casero en la visita de cumplido.
Han constituido el dulce más extendido y popular hasta que una absurda capa de olvido los ha cubierto. ¿Dónde encontrar hoy “faramallas”, “mingolillos”, “borrachuelos”, “escarapelas”, y tantas delicias de nuestra repostería, antaño alarde de cocina familiar? Los exquisitos “buñuelos”, que han convertido el aire en alimento, los primorosos “pestiños” y tantos otros penan su decadencia desterrados en las pastelerías de factura industrial. Sin embrago, prácticamente todos los pueblos de España poseen uno o varios de estos exquisitos dulces tradicionales: “garbías” en Cataluña, “gajarros” en Córdoba, “casadielles” en Asturias, “canutillos” en Navarra, Galicia y País Vasco, y un largo etcétera que recorre prácticamente todo el país.
Y para acompañarlos, si se quiere prescindir de la tradicional copita de licor, alguno de los soberbios vinos dulces elaborados con la uva Garnacha. Tintos poderosos, con una gran riqueza aromática, paladar sedoso y consistencia gustativa.

DE MULLER SOLERA 1926
De Muller, S.A.
De un color ambarino brillante y limpios aromas. Profundo y dulcemente untuoso, deja largo tiempo una agradable sensación de terciopelo en el paladar.

GARNATXA MASIA PAIRAL
B. Fabra.
El impresionante color da paso a unos frutosos y complejos aromas. Sabroso, con el dulce bien equilibrado y justo, y con un paso de boca untuoso y agradable.

GARNATXA DE L'EMPORDÁ
Cavas del Castillo de Perelada.
Precioso color ambarino cobrizo, brillante. Aromas de recuerdos dulces y anisados, limpios. Dulcemente redondo en boca, aterciopelado y sin aristas.

PANSAL DEL CALÁS 1997
Cooperativa Agrícola Capçanes.
De bonito color picota, tonos violáceos y brillante. Es un vino muy frutoso y potente de aromas. En boca exhibe una exquisita carnosidad, un vino moderno y de gran proyección.

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