- Redacción
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- 2010-10-01 00:00:00
No sólo en nuestro país, sino en el mundo, la cerveza ha superado el carácter estacional y, aunque el calendario haya dejado atrás la canícula, se mantiene como bebida alimenticia y versátil, con tipos que se acomodan tanto a presidir el aperitivo como incluso a acompañañar todo un un menú o enfrentarse con bocados tan difíciles de armonizar como el chocolate. El medido amargor de la cerv eza, que revela el aporte del lúpulo, es capaz de resistir con valor y acierto combinaciones donde el vino se resiente, como los espárragos y las alcachofas, que por su contenido en cinarina también juegan a posgustos amargosos. Y frente a ahumados fuertes y pescados grasos y contundentes, nada mejor que ese trago potente y limpiador. Incluso para enfrentarse con ensaladas y escabeches donde el vinagre marca su huella y, tal como nos enseña México, uno de las grandes consumidores mundiales, la cerveza actúa como eficaz bombero frente a los ardores de los picantes intensos. Asiria, Caldea, Mesopotamia, Sumeria se postulan como creadoras de la cerveza, ese trago sin fronteras que consiste, básicamente, en la fermentación de cereales de grano: trigo, cebada, malta... Si su cuna es discutida, más aún lo es la forma de su nacimiento. No se trata de una creación, de un invento, sino, con toda seguridad, de un remoto hallazgo casual, prehistórico. La hipótesis es que sea el producto de unas espigas desgranadas que se abandonaron en agua o recibieron una beneficiosa lluvia o que, previamente masticadas para reblandecerlas como alimento de niños o ancianos desdentados, fermentaron espontáneamente y se transformaron en un líquido denso y dorado, un punto ácido refrescante por acción de las levaduras, capaz de alimentar y de producir sorprendentes efectos euforizantes. Por su carácter hidratante, fresco, nutritivo y estimulante se convirtió en la dieta, a veces única, de los esclavos que edificaron en pleno desierto las tumbas de los faraones. Regó el Imperio romano y a su caída se refugió en los monasterios centroeuropeos, donde el clero -trapenses y abadías benedictinas- perfeccionaron y personalizaron las técnicas de elaboración. La figura icónica del orondo fraile cervecero ha llegado hasta nuestros días, así como sus recetas y especialidades. En España disfruta de sus momentos de protagonismo con la dinastía de los Austrias. El rey Carlos que fue a la vez de España y de Alemania importó a la Corte ibérica, eminentemente vinícola, la moda de la cerveza en manos de sus propios artífices germanos. Hoy la cerveza vive su mejor momento de esplendor, en cifras de comercio, intercambios internacionales, investigación y variedad. En cada edición de las más exquisitas ferias de alimentación aparecen nuevos formatos y estilos, desde la natural sin filtrar a la oscura de alta fermentación. Y por supuesto, muchas Ale, las de tipo Pilsen, tan adaptables a cualquier gusto y momento. La que ha elegido El Corte Inglés para ponerle su sello Gourmet es una cerveza especial elaborada por Alhambra, una marca histórica que nació en 1925, en Granada, apadrinada por dos experimentados cerveceros, Bouvard y Knörr. Tiene 7º de alcohol, es de fermentación baja y combina equilibradamente un cuerpo robusto con ligereza de paladar, es decir, plena pero fácil de beber. Tiene un color dorado intenso, aroma limpio, amargor franco y un posgusto con marcado carácter. Una cerveza que, por su graduación alcohólica y características gustativas, no se puede considerar un refresco sino un trago y que se acomoda como acompañamiento a muchos platos y menús.