- Redacción
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- 2008-04-01 00:00:00
Atrás quedaron los rigores de ayunos y abstinencias cuaresmales, y con ellos el convencimiento de que el placer, en la mesa, se puede encontrar tras la mayor sencillez: la torrijas de pan perdido, el bacalao cecial, los garbanzos viudos... Para demostrarlo, he aquí unas sencillas joyas mediterráneas, panecitos con nombre propio, los picos y regañás, y unas olivas de alcurnia. Al diseñador Óscar Tusquet le pidieron seleccionar el mejor diseño español de todos los tiempos y se decantó por un comestible, la aceituna rellena de anchoa: “La idea de extraer el molesto hueso de una oliva y rellenar el hueco con otro ingrediente es, ya de por sí, brillante. Las aceitunas rellenas con pimiento están muy buenas, la superposición de sabores muy acertada, pero estamos aún dentro del reino vegetal, pero introducir un pescadito en conserva allí dentro, entra ya en el sublime y delirante mundo daliniano.” Pues bien, para entender esa evolución creativa y anónima, como tantas en gastronomía, El Club del Gourmet de El Corte Inglés propone una nueva presentación, “tripack”, que permite degustar una de las mayores riquezas de este país, la oliva. La falsa modestia de la aceituna Manzanilla, procedente del Aljarafe sevillano, se presenta, bien en toda su pureza, con el sutil aliño que supone una preparación “al natural”, o con dos rellenos con denominación de origen: Pimientos del Piquillo y Anchoas del Cantábrico. La presentación en envases de ración individual es una invitación a la cata, a ese juego exquisito llamado “tapeo”. Con el codo en la barra Un juego sin reglas, con principio y sin fin, y que cada vez más se ve acompañado en la barra de los bares de España y del mundo por unos crujientes bocaditos importados de la tradición andaluza: picos y regañás. Son unos palitos o tortas crujientes de masa de harina de trigo con ligero sabor salado, unas veces neutros y otras con el pícaro toque del ajonjolí, que en otras latitudes se llama sésamo. Un puñado de pueblos del valle del Guadalquivir y las zonas costeras occidentales, es decir, de Sevilla y Cádiz, presumen de ser su cuna originaria. No está clara y, posiblemente, sea tan generalizada como la simple comercialización de las sobras de masa de pan con las que ya no podía formarse una pieza de tamaño oficial. El caso es que en los últimos tiempos, conforme ha descendido el consumo del pan fresco, bien por estrictas y erróneas dietas o por la dificultad de encontrar una panadería cerca de casa en el momento justo, se viene sustituyendo, incluso en la comida doméstica, por esas delicias, o incluso se sirven como snacs, en la pureza de sus sabores artesanales, de su composición 100% natural. Los que ha seleccionado El Club del Gourmet vienen envasados en cajitas que contienen 170 grs., y pueden servir no solo como el clásico acompañamiento de jamón, lomo, chacinas, quesos, salazones... sino para mojar la yema de huevos de codorniz. Y asomarse al sur es un permanente reclamo a sus vinos para acompañar: una Manzanilla, un Fino, un Oloroso seco, un Amontillado o la rara perfección de un Palo Cortado.