- Redacción
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- 2010-03-01 00:00:00
Como cada marzo, podríamos apostar que el regalo estrella del Día del Padre seguirá siendo la consabida corbata, sea de firma y seda lujosa o de trapillo y crisis. Pero quien quiera disfrutar y compartir con papá esa jornada hará bién en recordar que más allá y más acá del cuello están el paladar y el estómago y que, como siempre, la mesa exquisita será protagonista de la fiesta. Papá invita, y convoca a la familia en torno a la mesa. Cada vez abundan más los aficionados a los fogones, creativos y artesanos de altura capaces de dedicar su tiempo libre a esa actividad tan plena, gratificante, creativa y generosa que es la cocina. Son maestros de arroz weekend, orgullosos de sus habilidades con el sifón de espumas o con el punto impecable de las carnes a la parrilla. Pero, no nos engañemos. Ni todos son así, ni quizá ese día en que son los homenajeados desean meterse en harina. La solución es un extenso aperitivo trufado de exquisiteces en el que caben tanto nuestras inimitables chacinas ibéricas como el lujo eterno del caviar. En una visita a cualquier Club del Gourmet en el Corte Inglés las sugerencias se multiplican y las tentaciones rebosan como en el cuerno de la abundancia. Para gustos clásicos o exóticos, para papás tradicionales o amantes del descubrimiento, de mar o de montaña, deportivos o sedentarios. Y lo que resulta infalible para todos, a cualquier edad y condición, es el estimulante aroma de un salmón ahumado delicado y la tersura de la carne de una selectas patas de cangrejo ruso. El salmón, como los ahumados en general, es el símbolo perfecto de cómo la humanidad, en esto del comer, ha conseguido hacer de la necesidad, virtud. Y así la sugerencia aromática del humo de maderas elegidas, lo que empezó siendo un ingenioso método de conservación de los excedentes puntuales de la pesca, se ha convertido en preciado objeto de deseo. El salmón que el Club del Gourmet envasa on lomos cortados en lonchas que proceden de las frías aguas del l Atlántico norte, de textura fina y ahumado delicado. Piezas seleccionadas entre los de más de 10 kilos de peso y menos del 10% de grasa, es decir, muy magros. Se ahúman con una combinación precisa de maderas de haya y roble, y al presentarse en láminas finas permiten apreciar todos los matices de su sabor y sus aromas. Poco necesitan para su degustación: al modo clásico, con huevo hilado o espolvoreados de huevo duro rallado, y la picardía ácida de pepinillos agridulces y alcaparras o rodajitas de alcaparrones. A lo sumo, al estilo escandinavo, sobre pan negro untado de mantequilla salada o crema agria y perfumados de eneldo. El cangrejo real se captura en los mares de Bering, Oskhotsk y Japón. En fresco son acorazados gigantes plenos de sabor. Las patas peladas a mano y cocidas, carnosas, densas, tersas, de color blanco estriadas de rojo se enlatan al natural y conservan plenamente esas cualidades que ya encandilaban a los zares rusos: son el famoso Chatka, delicioso cuando rellena unas tartaletas o en salpicón suave. Para acompañarlos, nada mejor que los espumosos Brut Nature , los finos de Jerez o de Montilla Moriles y los Olorosos secos no muy fríos, esos que perfuman el invierno de los gourmets. Chinchín, papá.