- Jose Luis García Melgarejo
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- 2013-12-02 10:20:12
Con el lema De lo nuestro, lo mejor, el Ministerio de Agricultura está llevando a cabo una campaña de promoción de los productos amparados por las denominaciones de origen y las indicaciones geográficas protegidas de nuestro país. Entre ellas, se encuentran cuatro distintivos de calidad de carne de cordero que diferencian a los productos etiquetados cuando cumplen los requisitos establecidos. Manchego, de Navarra, de Extremadura y Cordero Segureño, que abarca un territorio supraautonómico formado por las provincias de Albacete, Almería, Granada, Jaén y Murcia.
El mundo del ovino y de los ganaderos trashumantes es hoy una difícil profesión que debería ser más reconocida por la sociedad. Haciendo uso del refrán De la mar el mero y de la tierra el cordero” podríamos referirnos a la cría de ganado ovino como un oficio de verdad, porque forma parte de la ganadería extensiva, un modo de funcionamiento basado en el bienestar de los animales, el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales y unas características de calidad de los productos que los vincula a nuestra gastronomía más antigua.
Cada año nos sorprende ver en los telediarios esas imágenes de un rebaño de ovejas atravesando el centro de Madrid. La Fiesta de la Trashumancia promociona así todos los meses de octubre la importancia que ha tenido la ganadería trashumante desde que, en la Edad Media, Alfonso X el Sabio estableció las cañadas reales para evitar los conflictos entre agricultores y ganaderos. Estos atravesaban los campos dos veces al año buscando el pasto para sus animales, previo pago, por supuesto, de cinco ovejas por millar, que curiosamente se convirtió en el ingreso más importante del reino de España.
Sin embargo, el número de explotaciones ganaderas no para de disminuir en los últimos años por la falta de rentabilidad. Ahora que se acerca la Navidad, conviene recordar que además de obtener una de las carnes más sabrosas, esta actividad realiza numerosos servicios públicos a los ciudadanos, de conservación de la biodiversidad, reducción del riesgo de incendios, sin olvidar el mantenimiento de la población en territorios donde si no existiera la ganadería no habría nadie protegiendo el paisaje y una parte importante de nuestra cultura.