- Redacción
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- 2013-08-27 14:55:38
Abrimos el telón. En el anterior editorial apuntaba, a modo de obertura musical que da paso a los personajes de una función, algunos asuntos sobre los concursos de vinos. Vaya por delante que soy defensora de ellos, de los buenos, por lo que suponen y representan tanto para el sector como para los consumidores. Esto no es óbice para que algunas cosas se puedan mejorar y otras se pongan en tela de juicio.
La selección del panel de cata es primordial. El catador es el actor principal, como las arias en una ópera, como el cantante que se luce con su voz -su herramienta de trabajo- y como lo son el olfato y gusto para un catador. Así, al igual que para el cantante el do de pecho será el máximo exponente de su trabajo, para el catador lo será el rigor, máxima objetividad, comportamiento, reflexión, silencio, balance, visión global... En algunos concursos de cata la selección del jurado profesional no solo se pone en valor, sino que es la apuesta de la organización. En otros, los menos, los catadores son sometidos a un pequeño examen de continuidad y coherencia en sus puntuaciones y actitud personal. Y en la mayoría, por desgracia, el catador es un invitado a un recital de vinos sin otro propósito que cumplir un trámite. Son sinergias: un buen y reconocido catador dignifica el concurso de vinos, el concurso reconocido lo hace con el catador. Un binomio con voces de coros acompasados.
¿Todos los catadores catan? Me hice esa pregunta después de darme cuenta mientras conversaba con un supuesto catador de que no tenía ninguna certeza sobre los parámetros de cata más básicos que había estado valorando en la ficha. Esas cosas me inquietan y generan muchas dudas porque, más allá de la valoración profesional de un vino, creo imprescindible tener un mínimo de experiencia para lanzarse, y ser invitado por la organización, a ser jurado de cata de cierto nivel. Como en la ópera, hay do de pecho y falsetes. Los concursos de cata se valoran no solo por los premios que otorgan sino también por quién los otorga. Por eso, hay concursos y concursitos.
Como en una ópera, las partes componen el todo de la función. En los concursos no solo intervienen los catadores. Entre nota y nota también podríamos pasar al segundo acto: las fichas de cata. Pero esa es otra función. Se cierra el telón.