- Redacción
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- 2000-11-01 00:00:00
Apunto de cerrar un Vinum que resume 20 años de historia y 20 números de la edición española, nos llega, como un mazazo, la noticia de la muerte de Rolf Kriesi, su Editor y creador. En una de esas tristes paradojas que nos ofrece la vida han coincidido el aniversario que resume una de las aventuras más apasionantes y exitosa del periodismo enológico, con la desaparición de quien fue su inspirador y alentador. Kriesi supo imprimir a Vinum su espíritu de hombre de bien, riguroso pero tolerante, entusiasta del buen vino, pero sereno juzgador. Preocupado fundamentalmente por la autenticidad, impregnó Vinum de su sentido ético, bien ajeno a la moralina al uso. No es casual que su último artículo, publicado en este número, trate precisamente sobre eso, la ética del vino, y lo plantee como un incentivo para la polémica, sin la pretensión de sentar cátedra. Nunca utilizó su poder mediático para lucimiento y provecho personal; por eso, su timidez y modestia eran, para todos los que le conocíamos, manifestación inequívoca de auténtica grandeza. Cómo no recordar aquí las emocionadas palabras con que saludaba el primer número de Vinum en español: «Nosotros, los que contemplamos España desde fuera con ojos ajenos y probamos sus vinos con nariz y paladar ajenos, estamos impresionados y fascinados». Para terminar con una frase que resume su filosofía: «El mundo del vino se ha hecho internacional, pero eso no puede significar que el sabor y los productos tengan que hacerse internacionales. Al contrario: el término «internacional» debe implicar variedad, intercambio y respeto a las peculiaridades. En ese sentido, el vino es el mejor y más placentero embajador de un país. También lo es de España». Así era Kriesi, un suizo enamorado del terruño, buscador infatigable de la personalidad, admirador incansable de la naturalidad, respetuoso con el medio ambiente. Y así quiso que fuera Vinum. Sus preocupaciones se han convertido hoy en temas de defensa y debate ante el empuje de la globalización, la invasión tecnológica, la homogeneización varietal.
Ahora Rolf, que ya no estás, solo nos cabe desear que en el paraíso de los amantes del vino puedas gozar de los frutos de tu labor. Desde allí, estamos seguros de que seguirás nuestro trabajo con esa mezcla única de alabanza y censura que te caracterizaba. Aquí, simplemente vamos a seguir haciendo el Vinum que tu creaste hace 20 años.