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Un globo, dos globos...

  • Redacción
  • 2001-10-01 00:00:00

La globalización, un coco que ya tiene mártir, no es más que el manido eufemismo con el que se trata de ocultar un proceso, al parecer imparable, de dominio comercial por las grandes corporaciones norteamericanas, japonesas y alemanas; o sea, norteamericanas. La protesta en el primer mundo es una simpática algarabía que sólo la brutalidad consustancial de las fuerzas policiales convierte en tragedia. Pero la contestación real está por venir, y llegará cuando los «bárbaros» de los otros mundos acampen a las puertas de la nueva Roma. Mientras tanto, Bush sueña con escudos espaciales.
En lo que a nosotros importa, la globalización está significando el paulatino dominio del nuevo mundo en los mercados tradicionalmente europeos y, en particular, franceses. Así, en Inglaterra ya son los vinos australianos los que acaparan mayor cota de mercado, desbancando a los orgullosos franceses que se ven relegados a una segunda posición. Ni que decir tiene que la alarma ha sonado en las conservadoras sedes de las bodegas más prestigiosas. Porque la ecuación es insostenible: se consume y vende cada vez menos vino de las zonas vitivinícolas históricas, mientras crece la participación en la tarta enológica de zonas emergentes como la mentada Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, EE.UU, o la nueva China. La causa de tal desaguisado la tienen muy clara en nuestras antípodas: «El problemas es, sencillamente, que se elabora demasiado vino malo» (Chris Hancock, Director General de Southcorp, Australia).
Vino malo, en cantidades cada vez mayores, sometido a las rigideces de las DO tradicionales que, por otra parte, hacen la vista gorda ante las bazofias amparadas por sus contraetiquetas. Y así no hay quien compita. Parece cada vez más claro que es necesaria una reforma en profundidad de nuestras DO. En dos sentidos: por un lado, extremar el rigor a la hora de calificar los vinos amparados, teniendo como criterio fundamental la calidad; por otro, liberalizar los prolijos reglamentos para que las bodegas europeas puedan competir en igualdad de condiciones con las del nuevo mundo vitivinícola. Y poner el acento en las marcas por encima de las denominaciones. Algo tan elemental que hasta un «guardián de las esencias», como es René Renou, Presidente del INAO (Institut National des Appellations d’Origine) ha terminado por admitirlo. Doctores tiene la iglesia.


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