- Redacción
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- 2011-06-01 00:00:00
Antes de que alguien me acuse de incitación al alcoholismo a nuestros lectores, o por si algún funcionario de la DGT decide perseguirme por acto de rebeldía contra el espíritu de la ley impuesta en nuestro país, decir que el título de esta editorial es un pequeño homenaje al grupo vigués Siniestro Total. Ya lo decían en los años ochenta: “Hermano, bebe, que la vida es breve.” La letra la canción no tiene desperdicio: “El que intenta maltratar a un viticultor se merece todo mal, se merece una traición; no una, sino dos” o “yo de mayor quiero ser catador”. Aunque hoy no sea políticamente correcto decirlo, viene muy al caso este título por una curiosa paradoja: ahora que el vino parece estar de moda, el consumo sigue su imparable descenso. En España nunca se ha elaborado tanto vino ni de tanta calidad como ahora, las inversiones y avances tecnológicos despuntan, gozamos de una buena repercusión internacional, las exportaciones alcanzan cifras de récord, la cultura del vino está de moda... Pero cada vez se consume menos. Algún dato: en 1987 el consumo de litros per cápita era de 46,6; 32,7 en 2000, en 2006 fue de 24,9 y las cifras actuales se sitúan en torno a los 18 litros. Se bebe menos, aunque de más calidad, baja el consumo en el sector de la restauración y sube en el hogar. Mientras, en el resto del mundo, como en Estados Unidos, aumenta el consumo entre la población joven, y lo mismo ocurre en Reino Unido con las mujeres; Alemania se posiciona por encima de España, Argentina elevada su porcentaje de consumo… En Europa, donde se bebe bastante más de la mitad de los aproximadamente 240 millones de hectolitros de vino que se producen en el mundo, solo Francia e Italia se mantienen como primeros en el ranking mundial, pero también con tendencia a la baja. Otra paradoja: países y regiones tradicionalmente productores ven cómo cae precipitadamente su consumo. Y como ejemplo Castilla-La Mancha, comunidad con menor índice de consumo nacional. Algo está pasando. Ya sea por los abusivos precios de los vinos en muchos restaurantes, por los nuevos hábitos de consumo, por la falta de motivación en las ventas, por la penalización del consumo de alcohol o por el empuje de otras bebidas, lo cierto es que el consumo en el mercado nacional no pasa por su mejor momento. Quizá se tengan que plantear alternativas innovadoras e imaginativas: más venta online para fomentar el consumo en casa, más variedad de vinos por copas en los restaurantes (la moda de los winebars despunta en otros países), el descorche como práctica normalizada, nuevos formatos y envases para el vino, estilos de elaboraciones adaptados a nuevos consumidores, políticas de sensibilización hacia los jóvenes... Pero creo que por mucho esfuerzo que los profesionales hagamos, dentro de nuestras posibilidades, poco resultado obtendrá el sector sin apoyo de la Administración y de una cultura política que se implique como ocurre en otros países, incluso en los no tradicionalmente elaboradores. Vuelvo a Siniestro Total; bebamos, hermanos... con moderación.