- Redacción
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- 2010-09-01 00:00:00
Mi admirado, prestigioso (y por desdicha desaparecido) amigo Joan Milá no se cansaba de repetir que Extremadura es tierra de enormes posibilidades. Que gracias a sus diferentes y benignos ecosistemas, aquellos extensos campos disfrutan de ventajas que no las hay en ninguna otra parte. “La California europea”, le llamaba muy convencido. Él, que conocía bien aquel enorme viñedo, aseguraba que “sólo hay que cambiar la mentalidad del sector para que los vinos de este paraíso destaquen”. No le faltaba razón. Lo grave es que es el segundo mayor viñedo de España, casi 90.000 hectáreas que arrojan una producción de unos 350 millones de litros, aunque la gran mayoría forme parte del inmenso limbo del granel. Quizá una de las causas de ese letargo haya sido esa inercia mezclada con la apatía de tener que cambiar completamente de proyecto, pues el viñedo tradicional extremeño se ha nutrido de las variedades blancas principalmente para surtir de materia prima a sus alcoholeras, un negocio bastante cómodo, aunque a la larga resulte negativo. Quizás por ello sus variedades son bastante neutras, con el agravante de que realmente no se han estudiado lo suficiente para descartarlas a priori. Pero quizá puedan ofrecer vinos originales y diferentes. La Beba (o Eva) de los Santos, la Montúa, la Pardina, la Cayetana Blanca, la Alarije, la Borba y alguna más necesitan aún bastante investigación. Afortunadamente el panorama cambió cuando la D.O. Ribera del Guadiana se hizo realidad en 1999, una denominación que teóricamente no deja ni una cepa fuera de su protección, aunque en la práctica no haya más de un tercio de viñedo acogido a su amparo. Algo se mueve en Extremadura. Nuevos proyectos vienen a dinamizar el mundo del vino, alguno de ellos promocionado por personas llegadas de otros sectores. Pero como ocurre en algunas zonas de grandes viñedos en España, los nuevos bodegueros no quieren someterse a los corsés que la Denominación de Origen impone y se refugian en los Vinos de la Tierra de Extremadura. Con todo, hoy se pueden encontrar vinos de toda índole, tipo y color capaces de estar en el grupo de los mejores. Por fin Extremadura viene a competir al difícil mundo del vino con las mismas armas que los demás. Son vinos modernos, pletóricos de fruta y de impecable elaboración, pero juegan con clara ventaja: su excelente relación calidad-precio.