- Redacción
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- 2006-02-01 00:00:00
La sociedad cambia a la velocidad de la luz. En nuestra infancia, los tipos duros y justicieros, espejo donde se miraban los que querían ser hombres antes de tiempo, daban unas caladas interminables a un cigarrillo en la escena de mayor tensión. Ahora en la gran pantalla solo fuman los rufianes, y las recientes leyes antitabaco confinan al fumador al limbo de los apestados. Esa es la primera gran batalla de Sanidad. Ahora los portavoces del ministerio anuncian un segundo frente en esa batalla por nuestra salud. Han advertido de forma difusa que ahora le toca el turno al alcohol, que en el caso de la juventud se ha convertido en una condena no menor que la del tabaco. El problema es que a veces, los políticos, además de proyectar sus gustos, pasiones y miedos en las leyes que promueven, también corren el peligro de proyectar su ignorancia. No hace mucho, un concejal del Ayuntamiento de Madrid declaró que «la última ocurrencia de Gallardón (el alcalde) es realizar un taller de iniciación a la cata de vino y visitas a las bodegas más prestigiosas, con regalo incluido de un estuche de vino, dentro de las actividades para los jóvenes del distrito». Es decir, Ruiz Gallardón era, para este edil, poco menos que un corruptor de menores. Parecida doctrina a la que animaba a los profesores conservadores a oponerse a la educación sexual en las escuelas, por miedo a convertir en adultos rijosos y concupiscentes a los tiernos infantes. Es obvio que sólo la educación pude luchar con ventaja contra todo tipo de drogadicción. Y una de las cosas que hay que aprender desde muy joven es que el alcohol es un componente más de un alimento llamado vino, imprescindible en la muy saludable dieta mediterránea. Enseñar a beber bien es mucho más útil que prohibir beber, porque en este último caso sí acabaremos bebiendo mal. Que nuestros jóvenes sepan apreciar las virtudes del vino, al tiempo que sus peligros, les llevará a comprender que, como todo en la vida, la droga es la dosis, como bien nos decía Epicuro. Sólo si el vino se asume como cultura cerraremos el paso a su indeseable utilización como simple estimulante. España cuenta con el mayor viñedo del mundo, y su actividad económica da de comer a miles de familias. Esperamos que el edil madrileño no forme parte de la comisión de estudios de esa futura ley.