- Redacción
- •
- 2006-03-01 00:00:00
Los vinos de “pizarra”, todos con vocación de grandeza incluso desde su insignificancia numérica, abarcan en nuestro país un amplio abanico de posibilidades, una increíble variación de zonas que van de las cálidas hasta las frías, de las secas a las húmedas, todas con la impronta sublime de lo mineral. Y ofrecen su personalidad fundamentalmente en los toques elegantes de tierra, pizarra y pedernal. Vinos elaborados por una generación de enólogos malabaristas, expertos en el “más difícil todavía” que recorren nuestra geografía vitivinícola en busca de la vieja y olvidada cepa, la ladera más abrupta, el terreno singular. Bodegueros audaces que decidieron hacer su particular revolución en la viña, la busca del mejor vino español. Salvadores de la vid vieja, poco productiva pero sana, enraizada en las tierras pizarrosas donde el tiempo de vegetar es lento, difícil, arriesgado, pero que son condensación de historia y proyección de futuro, autenticidad con nombre de autor, orgullo secreto, honradez cabal que no rinde sus principios. Aquí esta lo mejor que puede dar la enología patria. Fue en Priorato, de la mano entrañable de René Barbier, José Luis Pérez, Carlos Pastrana y Álvaro Palacios, donde se inició de forma colegiada y decidida este fenómeno, con sus “clos”. Posteriormente, el mismo fenómeno se ha producido en casi todas las zonas de calidad, como Tarragona, Falset, Alicante Jumilla, las dos Castillas, Yecla, L’Empordà, Bierzo… sitios donde la cepa, aferrada por sinuosas raíces a las empinadas laderas del valle, en bancales de prodigiosa geometría, sobre terrenos de pizarra, se debate entre el ser y la nada, a la espera del bodeguero valiente y enamorado. O donde el encanto del viñedo se integra en el paisaje, rompiendo las forestas, embebido de un clima atlántico que se hermana con la moderación mediterránea para regalar vinos de intensa personalidad, fuerte estructura, acidez elevada, la presencia sin complejos de sus taninos, y el sabor penetrante y amplio. Pero no ha sido fácil. El terruño no sólo es algo dado por la Naturaleza, y, por lo tanto, inamovible. Los suelos de los viñedos son tierras de cultivo. También el hombre influye en ellas trabajándolas y colaborando así en su evolución. El problema surgió cuando el origen geográfico fue perdiendo importancia, y las variedades de uva se hicieron más importante. Pero todas las modas acaban, nuevas tendencias ganan en importancia y, a menudo, lo nuevo acaba siendo una reflexión sobre lo viejo. Hoy, lo vinos escritos en pizarra vuelven a mostrar su personalidad y grandeza.