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Del blanco al rojo

  • Redacción
  • 2007-04-01 00:00:00

Tierra de sol, fresca y cálida, de montañas coronadas por la nieve, profundos valles de verdor incomparable, suaves colinas pintadas por el blanco de sus pueblecitos serranos, playas de luz y fina arena, tiene Andalucía la complejidad sumergida de las cosas aparentemente sencillas. Por ejemplo, cuando se habla de vinos andaluces todo parece reducido al magisterio de sus dulces y generosos, o de los frescos y afrutados blancos. Y, sin embargo, tal vez sea Andalucía tierra de tintos, como lo fue antaño. La excelente viticultura del tinto, moderna de puro nueva, pero con una tradición milenaria, que hoy cobra nueva vida. Aquí, el viñedo busca la altura para estilizarse y ganar elegancia. Serranía de Ronda, Arcos de la Frontera, Alpujarra, Sierra de Málaga... en todas ellas el tinto se encara con la gloria aferrado a los contrafuertes de las sierras donde el viñedo crece sin prejuicios ni condicionantes, y lo mismo se cubre de Tempranillo y Garnacha -incluso "Tintilla", en Rota- que de Cabernet, Merlot, Syrah, Pinot Noir o Petit Verdot. Vinos de altura, bien diseñados y mejor concebidos, poderosos tanto en nariz como en boca, con taninos maduros y la madera nueva bien ensamblada. Un viraje al tinto de sorprendente calidad y actualidad. Con una apuesta decidida por la gama alta, a precios tal vez demasiado elevados. Vinos de Tierras de Cádiz, de Málaga, Almería, Granada... El último descubrimiento de las inmensas posibilidades vitivinícolas andaluzas es el de Arcos de la Frontera, complemento del Cádiz marinero, con su insólita y maravillosa ciudad encaramada en los lomos de un cerro alargado que parece un dinosaurio dormido al que le hubiera caído una nevada encima. Y con el entorno impactante de Grazalema, con sus casas encaladas y preciosos balcones de forja, curiosamente el lugar donde más llueve de España. Porque aquí hay agua, sol, y suaves colinas que verdean cuando el resto se viste de amarillo. Un microclima de fuerte personalidad que comienza a reflejarse en sus vinos. El ejemplo cunde y los tintos parecen multiplicarse. Porque Andalucía es un continente en miniatura, paraíso de la uva, tierra de poetas encendidos por la embriaguez de su mejor vino que encierra la sutileza y el delirio de un pueblo sabio y justo.

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