- Redacción
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- 2007-10-01 00:00:00
No ha tenido que pasar mucho tiempo para que las expectativas del 2001 se vean cumplidas. Ahora aparecen en Rioja, en todo su esplendor, los reservas de una añada que debe marcar un punto de inflexión en nuestra política comercial. Un año complicado, que se vio favorecido por algunas circunstancias providenciales, como la baja cosecha italiana, el descenso en cantidad y calidad de los tintos franceses, y la notable reducción de las cosechas en Chile y Argentina. Es decir, algunos de nuestros competidores más agresivos no se encuentran en buenas condiciones para enfrentar el empuje de los nuevos vinos españoles que con los reservas riojanos del 2001 pueden tener su consagración definitiva en los mercados internacionales de calidad. Porque 2001, que fue año de notables temperaturas a final de vendimia, lo que, unido a una sequía generalizada en la mayoría de las zonas vitivinícolas, produjo un recorte significativo en el rendimiento medio de nuestro viñedo, con el consiguiente -aunque no siempre- aumento de la calidad, prometía vinos de gran potencia aromática, muy concentrados y con una buena carga polifenólica madura y jugosa. Las mejores expectativas se han confirmado con los reservas de Rioja. Tintos que muestran la virtudes de la añada, su poderío no exento de elegancia. Con tan poderosos aromas y contundentes razones, nuestro país tiene que realizar un esfuerzo importante para conquistar mercados internacionales en el segmento alto y medio-alto, donde la calidad debe ofrecerse a precios competitivos. Hay que olvidarse de las ideas preconcebidas e impulsar una enología sin fronteras, ya que en España no parece que vaya a crecer el consumo. Aprovechemos, pues, las excelencias de este 2001, bien criado y orgulloso, para consolidar una forma de entender el vino de reserva: color intenso, taninos abundantes y frutosos, la buena madera, la crianza medida, y el grado que otorga la naturaleza a la completa maduración de la uva. No ha sido fácil, porque la proverbial costumbre de balancearse entre extremos nos llevó de los tintos flacuchos y oxidados a la pastosidad y el empalago; de los precios irrisorios a disparates económicos, gestados al calor de la llamada «Alta Expresión». Aquellos precios trajeron los presentes lodos, particularmente en Rioja. Ahora llega el necesario ajuste de precios, sin que signifiquen un paso atrás en la calidad. Más bien el necesario paso adelante en la competitividad.