- Redacción
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- 2007-12-01 00:00:00
Si alguien no tiene dudas de las nefastas consecuencias que puede tener el cambio climático son los viticultores y bodegueros españoles. No sólo, ni fundamentalmente, por los efectos sobre la naturaleza, los peligros consiguientes de desertización a lo que tan sensible es el levante mediterráneo, la caída en picado de la productividad, etc. sino porque pueden alterarse de manera significativa los perfiles históricos de nuestros vinos. Un tema trascendente que tratamos con amplitud y rigor en nuestras páginas. El incremento de la temperatura media, la reducción del diferencial noche/día, la disminución de las precipitación, la alteración de los ritmos biológicos... podemos encontrarnos con vinos de elevadísima graduación alcohólica, riesgos permanentes de sobremaduración, desequilibrios y pérdida significativa de acidez. Por eso, es necesario reconsiderar, a la luz de los últimos datos del panel de expertos de la ONU, las propuestas de la OCM (Organización Común del Mercado) que regirá los destinos del sector en los próximos años. Hay aspectos que deben estudiarse más detenidamente, porque los efectos de medidas equivocadas en el viñedo pueden ser catastróficas. A pesar de que España sale bastante bien librada del trance, hay un par de escollos de difícil digestión: la propuesta de arranque de 200.000 hectáreas de viñedo y la regulación de destilado de alcoholes. El arranque masivo e indiscriminado de viñas en nuestro país supondría un daño irreparable para nuestra diversidad varietal, ya que serían las cepas más delicadas y poco productivas las que serían arrancadas primero. Y son estas precisamente las de nuestros varietales autóctonos con más personalidad: godello, lado, treixadura, garnachas viejas, callet, baboso... Eso por no hablar del impacto, tal vez irreversible, para el medio ambiente en zonas donde no es posible otro tipo de cultivo. Pensemos en Castilla-La Mancha donde no se puede concebir su paisaje sin la viña, que es “el bosque” que protege y sostiene la inmensa llanura. Un difícil reto para la UE que la comisaria europea de Agricultura, la danesa Mariann Fischer, no parece estar en condiciones de liderar. Aunque con el cambio climático quizás en Escandinava puedan plantar viñas mientras se pierden en el Sur.