- Redacción
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- 2007-12-01 00:00:00
Precedida de frescos aperitivos, regada con los mejores vinos blancos y tintos de la casa, acabada con el inevitable brindis de espumoso natural (cava o champán), las comidas navideñas parecen ancladas en un ritual del que resulta muy difícil zafarse. Nada que objetar, pues si hay algo tradicional son precisamente estas fiestas. Pero nos olvidamos de que hay un tiempo gastronómico, generalmente mal utilizado, que puede proporcionar el epílogo gozoso de todo festín que se precie. Es el tiempo de la última copa, desgraciadamente desprestigiado por restauradores peligrosamente dadivosos que ofrecen habitualmente una bebida vulgar, destilado industrial con aromas artificiales en el mejor de los casos. A modo de “chupito”suele cerrar la comida o cena como diabólico ofreciemiento de la casa. Y, sin embargo, este puede ser un momento sublime, necesario para completar un buen diseño gastronómico navideño. Momento que cierra la comida y abre la sobremesa con su cohorte de dulces petits fours y salados bocaditos, para dar pábulo (nunca mejor dicho) a la charla, la confidencia o el canto. Hay que elegir con cuidado y esmero, de acuerdo al desarrollo de la comida y el carácter de los comensales, los vinos dulces primero, y los aguardientes y licores después. Buscando siempre tanto sus cualidades organolépticas como sus virtudes salutíferas, que las tienen y muy aconsejables. Si hablamos de los vinos dulces, nuestro país tiene una oferta insuperable, bien acomodada al turrón, los dulces de almendra, el mazapán, los polvorones, frutas escarchadas, roscones de reyes y demás parafernalia repostera. Los hay para todos los gustos: densos, untuosos, potentes, largos, profundos; o ligeros, sutilmente ácidos, esbeltos. Y con diversos aromas: a pasas, pan de higos, frutas maduras y exóticas, miel de mil flores, maderas, frutos secos, torrefactos, cacao. En cuanto a los aguardientes y licores, la oferta es tan amplia como sugerente: desde el aromático y cálido brandy, hasta la perfumada ginebra, pasando por el seco y neutro vodka. Sin olvidarnos de los whiskies, en su amplia gama, con preferencia por los maltas. Todos ellos, junto a los excelentes licores de hierbas, de alta calidad y efectos digestivos comprobados, puede ser el largo final feliz del mejor y más saludable (si se bebe con moderación, claro está) festín navideño.