- Redacción
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- 2008-01-01 00:00:00
C on la llegada de los nuevos vinos se vuelve a plantear la cuestión vital del consumo, lamentablemente en niveles bajísimos. Y ello exige una visión clara, desde el punto de vista sociológico, de qué es lo que el bebedor demanda. Porque no todos afrontan el consumo de vino de la misma manera. Convencionalmente, podemos establecer tres grandes grupos, teniendo en cuenta la edad y el rol social asociado a ella, así como la imagen que de la bebida se tiene en cada tramo de la vida, con las lógicas consecuencias en materia de gustos y poder adquisitivo. Los jóvenes, sin grandes conocimientos de marcas y zonas vitivinícolas, están abiertos a cualquier oferta siempre que tenga buen precio, y se inclinan generalmente por los vinos de gama media. Se pide alegría, desenfado, aromas frutales, poca madera y gustos tirando a lo goloso. Vinos fáciles y divertidos, pero bien elaborados, con dosis de originalidad. Una oferta que crece de año en año. En el tramo medio de la vida, con posibilidades económicas superiores, ya asentado un proyecto autónomo, el consumidor se interesa por lo vinos de autor, las líneas de vanguardia, las audacias creativas que reflejan las nuevas tendencias, fundamentalmente el impacto aromático, el color, los taninos jugosos y frutales, los vinos con cuerpo y expresión de terruño. Es el campo donde las novedades son mayores, y donde el incremento de calidad ha sido más notable. Pero cuando el grupo de consumidores se integra en el concepto de “mayores”, con los gustos formados y conformados por años de experiencia, las preferencias se inclinan por lo vinos consagrados que ofrecen pocas sorpresas pero una gratificación asegurada. Es la complejidad, el tacto suave, mórbido, el gusto redondo, equilibrado. Hay vinos para todos ellos -jóvenes, adultos, mayores- en el mundo continuamente renovado de la enología española, nutrida cada año de nuevos vinos, ahora moderados en su precio tras la euforia alcista de años anteriores. Una oferta plural para un país plural, donde conviven la maceración carbónica, con los nuevos tintos orgullosos de su cuerpo, todos partícipes de la apoteosis de los taninos maduros, la contundencia del color. Pero sin perder la delicada ofrenda frutal y floral de los nuevos vinos jóvenes que rinden su plenitud y elegancia al primer sorbo. El gozo está asegurado.