- Redacción
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- 2008-05-01 00:00:00
Tierra de sol, fresca y cálida, de montañas coronadas por la nieve, profundos valles de verdor incomparable, suaves colinas pintadas por el blanco de sus pueblecitos serranos, playas de luz y fina arena, tiene Andalucía la complejidad sumergida de las cosas aparentemente sencillas. Por ejemplo, cuando se habla de vinos andaluces todo parece reducido al magisterio de sus dulces y generosos. Pero, con las mismas uvas Palomino, Pedro Ximénez, Moscatel o la singular Zalema, se elaboran también blancos con el encanto de sus aromas juveniles. Son variedades imprescindibles para la obtención de los maravillosos finos, manzanillas, amontillados, olorosos, palos-cortados, cream, y dulces, que tienen su contrapunto en otra enología en la que impera la frescura y la fruta exaltada por el sol del sur. La aparición del popular, que no barato, Castillo de San Diego significó un revulsivo para otros. Manuel Valenzuela, y su excelente Sauvignon Blanc, es un buen ejemplo de vino con nervio, aromático y fresco, muy frutal, con aromas de boj, sabroso y persistente. Como lo son los blancos de Montilla-Moriles elaborados con la polivalente Pedro Ximénez, de recuerdos dulzones y fresco paladar; o los que en el Condado de Huelva tienen a la atractiva Zalema por bandera, alegres y desenfadados. Otras denominaciones de origen clásicas renuevan la oferta, como la de Málaga, que acoge a blancos secos y dulces más frescos, ligeros y de añada. Y junto a las blancas, la excelente viticultura del tinto, moderna de puro nueva pero con tradición milenaria. Su recuperación es el fenómeno vitivinícola más importante de Andalucía. Aquí, el viñedo busca la altura para estilizarse y ganar elegancia. Serranía de Ronda, Alpujarra, Sierra Norte de Sevilla, Arcos de la Frontera... En todas el tinto encara la gloria aferrado a los contrafuertes de las sierras, donde el viñedo crece sin prejuicios ni condicionantes, y lo mismo se cubre de Tempranillo, Garnacha o Tintilla que de Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah, Pinot Noir o Petit Verdot. Vinos de altura, bien diseñados y mejor concebidos. Los ejemplos podrían multiplicarse porque Andalucía es un continente en miniatura, paraíso de la uva, tierra de poetas encendidos por la embriaguez de su mejor vino, que encierra la sutileza y el delirio de un pueblo sabio.