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Con esto de la madera ocurre como en la película “Los hermanos Marx en el Oeste”: nuestros bodegueros parecen embarcados en una carrera vertiginosa para ver quién tiene más y mejor madera... ¡que es la guerra del roble! No hay vino nuevo, sobre todo si se trata de un tinto con poderes, que no alardee de tan noble árbol genealógico. Y así, las cifras del parque de barricas nuevas de La Mancha, por poner un ejemplo esclarecedor, ya que se trata de una zona donde imperaban hasta hace poco las tinajas de barro, no tienen parangón en Europa. Eso sin contar con la renovación que no cesa de la enorme pila de madera de primer uso utilizada cada año en Rioja y Ribera del Duero. Y es que no hay bodeguero ni zona vitivinícola que se precie que no tire de talonario y compre barricas nuevas, francesas a ser posible, ¡faltaría menos! Parece como si la madera tuviera la virtud cristiana de hacer bueno el vino mediocre. Los resultados pueden ser, sin embargo, funestos. Hay vinos que presumen de su roble a costa de ahogar todo recuerdo frutal. Existen tostados tan subidos de tono que achicharran la complejidad aromática del vino más pintado. Y resulta cada vez más habitual tropezarse con tintos de paladar seco como un leño, sencillamente porque la aportación del roble ha superado toda prudencia. Quizás no estaría de más, en tiempo de madera a todo trapo, recordar que el aporte fundamental de la barrica no consiste en añadir notas aromáticas de coco, vainilla, humo y torrefactos, tanto más gratuitos cuanto más destacados, sino la de fijar, consolidar, estructurar y dar patente de longevidad a los vinos, permitiendo que su paisaje aromático se exprese con nitidez y complejidad en el tiempo. Una evolución que pide tanta mesura en la madera nueva como potencia en la fruta original. Uno de los motivos de este desenfreno lo tienen las rígidas reglamentaciones de las denominaciones de origen para catalogar los “crianzas”. Por eso los bodegueros de mente abierta y sagacidad comercial han lanzado un nuevo tipo de tinto “roble” con leve pero trascendental paso por madera. Tintos que sin perder juventud ganan en madurez y enjundia. No serán “crianzas”, pero en muchos casos saben mejor y son más baratos.