- Redacción
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- 2009-01-01 00:00:00
La crisis le sienta bien al vino. Sea para olvidar los malos tragos económicos, sea para aguzar el ingenio frente a los desafíos financieros (encontrar un banco que preste dinero es toda una odisea), lo cierto es que en épocas de crisis se suele beber más, aunque no siempre mejor. Y, con la llegada de los nuevos vinos de la cosecha 2008, se vuelve a plantear la cuestión vital del consumo, lamentablemente en niveles bajísimos. Y ello exige una visión clara, desde el punto de vista sociológico, de qué es lo que el bebedor demanda. Porque no todos afrontan el consumo de vino de la misma manera. Convencionalmente, podemos establecer tres grandes grupos, teniendo en cuenta la edad y el rol social asociado a ella, así como la imagen que de la bebida se tiene en cada tramo de la vida, con las lógicas consecuencias en materia de gustos y poder adquisitivo. Los jóvenes, sin grandes conocimientos de marcas y zonas vitivinícolas, están abiertos a cualquier oferta siempre que tenga buen precio, y se inclinan generalmente por los vinos de gama media. Se pide alegría, desenfado, aromas frutales, poca madera y gustos tirando a lo goloso. Vinos fáciles y divertidos, pero bien elaborados, con dosis de originalidad. Una oferta que crece de año en año. Y que suele ser, particularmente en el caso de los vinos elaborados por el tradicional pero exigente procedimiento de maceración carbónica, la puerta de acceso de la juventud al vino. Y tenemos que ganarlos ahora para que, cuando alcancen el tramo medio de la vida, con mayores posibilidades económicas, puedan interesarse por lo vinos de autor, las líneas de vanguardia, las audacias creativas que reflejan las nuevas tendencias, fundamentalmente el impacto aromático, el color, los taninos jugosos y frutales, los vinos con cuerpo y expresión de terruño. Es el campo donde las novedades son mayores y donde el incremento de calidad ha sido más notable. Hay vinos para todos ellos -jóvenes, adultos- en el mundo continuamente renovado de la enología española, nutrida cada año de nuevos vinos, ahora moderados en su precio por el único efecto beneficioso de la crisis. Una oferta plural donde convive la maceración carbónica con los jóvenes tintos orgullosos de su cuerpo, partícipes de la apoteosis de los taninos maduros. O los blancos y rosados con la delicada ofrenda frutal y floral. Un gozo asegurado.