- Redacción
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- 2009-03-01 00:00:00
Para conocer, y no sólo beber, el mejor vino de Ribeiro, que ya no es aquel que tintaba la taziña si era tinto o dejaba un sabor agreste y perfumado cuando viraba a blanco, hay que ir a Leiro, el centro neurálgico de O Ribeiro. O sea, miles de cepas que comparten el espacio vital con el río Avia y con el monte. Leiro esconde una de las mayores explotaciones vitivinícolas de Galicia, donde, sin ánimo chauvinista alguno, sólo se deja franco el paso a la uva autóctona. El viaje a Ribadavia completa esta vista de tierras bañadas por el Miño y sus afluentes, donde el viñedo de calidad, aunque menos productivo, se sitúa en empinadas laderas. Ribadavia fue el hogar de miles de judíos que se dedicaron, entre otras cosas, al negocio del vino. La mejor judería de toda Galicia se halla en esta localidad, muestra del esplendor de un pueblo que perfeccionó el negocio con regadíos y potenció el aprovechamiento del terreno en terrazas. Cómo han cambiado las cosas en Ribeiro, que en el mundo del vino es tanto como decir en Galicia. En esta D.O., la más popular entre los consumidores después de Rioja, conviven en armonía los extremos. Provoca una emoción sostenida por la calidad de su extraordinario blanco la bodega de Javier Alén, Viña Meín, construida con sensibilidad y buen gusto aprovechando un edificio de los siglos XVII y XVIII. Con vocación de pazo, se encuentra situada en un paisaje bucólico, rodeado de viñas, más allá de la locura urbana. La bodega posee el pequeño tesoro de 12 hectáreas de viñedo, en las que las protagonistas son las variedades autóctonas de la zona, fundamentalmente Treixadura. En el otro extremo, pero con el mérito de haber integrado en la más moderna tecnología la viticultura orensana, la bodega Vitivinícola de Ribeiro, la mayor cooperativa de Galicia, llevada con mano segura y temple diplomático por Tito Levoso, su director general, que ha informatizado plenamente la bodega, reflejando cada una de las parcelas del viñedo en uno de los estudios estadísticos más rigurosos y completos del país. Tras sucesivas ampliaciones y reformas, se ha convertido en la bodega más determinante de Galicia. Entre ambas, más de un centenar de bodegas se afanan en superar lo que queda, que cada vez es menos, de una imagen dominada por el granel y la picaresca.