- Redacción
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- 2009-04-01 00:00:00
Abril es el mes del fino y la manzanilla, o de la manzanilla y el fino, que tanto monta, sin olvidar el pálido de Huelva. Con las múltiples ferias sevillanas repartidas por toda España -y pintorescos sucedáneos- capitaneadas por Sevilla, la feria madre de todas las ferias, este milagro enológico de la crianza biológica hace su agosto. Porque allí donde se encuentra un grupo de andaluces surgen el cante, el baile y la bebida. Y el vino generoso de tez pálida, seco como ninguno, punzante y sutilmente complejo, que combina madera y almendra con dejes de mar, fruta y hierba, impone su ley. Sí, abril es la grandeza del fino y la manzanilla, o de la manzanilla y el fino -sin olvidar el pálido-, su apoteosis embriagadora y contagiosa. Aquí se sentencia la primacía de uno u otro tipo; aquí se sienta cátedra sobre marcas; aquí se gestan las glorias y fracasos de tantas bodegas. Y aquí, sombra inexorable de todo juicio sumario, se cuecen las mayores aberraciones, los malentendidos más tenaces, los insufribles equívocos, la incultura del vino cimentada en su consumo abusivo. Fue Sevilla la que dictaminó que era más suave y ligera la manzanilla, que su color debía palidecer cada año hasta acercarse peligrosamente al del agua denostada, que el grado alcohólico se debía atemperar porque la feria es muy larga. Un cúmulo de malentendidos que es bueno aclarar. Porque fino, manzanilla y pálido (este último, necesitado de urgente reivindicación) son generosos más iguales que distintos, fruto de ese común denominador que es la misma y milagrosa crianza biológica, bajo flor, y del mismo e insustituible sistema de criaderas y soleras. Del mismo genio andaluz, en suma. Naturalmente, sin negar las diferencias, pero que muchas veces afectan más al estilo de cada bodega que a las distintas zonas vitivinícolas donde se elaboran. Unos tienen la flor perfumada de salitre, capaz de permanecer íntegra todo el año, lo que se manifiesta en un brillante color pajizo, más o menos pálido, y en un aroma más afrutado; otros se cubren de hermoso color oro pálido y ofrecen al olfato una sensación más punzante y almendrada. Prácticamente iguales en riqueza alcohólica, de similar calidad e idénticos efectos embriagadores, pero diferentes en la sutileza de tonalidad y aromas. Bebamos, pues, la marca que más nos guste. ¡Y que abril sea todo el año!