- Redacción
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- 2011-09-01 00:00:00
La gran interrogante. Enoturismo, turismo del vino, turismo enológico, palabras para definir un concepto ligado a la cultura del vino que parece no estar cuajando en España. Existen casos de éxito, pero son los menos. Se habla mucho pero se vive poco. Porque si se piensa que enoturismo es visitar una bodega, degustar sus vinos y, quizás, comprar algunas botellas, se está en un error. Y muy grave. Igual que la palabra define claramente su objetivo, unir vino y turismo, también ambos sectores, que poco tienen en común, deben ir ligados, cosa que desgraciadamente no en todas las ocasiones ocurre. Y este es uno de los puntos más débiles para su desenvolvimiento. Lo que hay en España no es turismo del vino. Son retazos de carácter endógeno. Acudo a una bodega, la relaciones públicas me cuenta su historia, me señala con el dedo los bonitos viñedos que rodean el edificio, me satura con lo mucho que cuesta un depósito y las barricas hasta que me lleva a una sala donde me sirven algunos de sus vinos. Y, antes de salir corriendo, tengo que pasar por la tienda. Entre tanto, responde a las preguntas de una manera automática, casi vulgar, y se encarga de machacar al pobrecito que con toda la ilusión acudía a la visita con las excelencias de su marca. Y, por supuesto, de poner a parir a su vecino. No es exagerado, por desgracia me ha tocado vivirlo muchas veces. Y lo que es peor, no solo como turista, sino como profesional. “Es lo de siempre”, “menudo rollo”, “y para esto tres horas de viaje” lo he escuchado más de una vez mientras salgo, de nuevo, decepcionada por la desventura. En la oferta global de consumo de ocio, donde las experiencias emocionales son pilar fundamental de motivación para el turista, una visita así es una auténtica tortura. Y una imagen nefasta para el sector del vino en general y la zona en particular. No nos engañemos, el vino por sí solo nada tiene que hacer si no se complementa. Arte, historia, gastronomía, naturaleza, medio ambiente... ayudan a tipificar el producto vino. Y España es lo suficientemente diversa para potenciarlo. Lo realmente importante es construir y desarrollar de manera global una cultura territorial del vino. ¿Cómo diferencia el turista del vino lo que le puede ofrecer de manera diferencial cada región vitivinícola? Con identidad. Y para ello hace falta conjugar esfuerzos y superar muchas carencias que hoy por hoy existen. Profesionalidad, formación, estrategias de marketing conjunto, planes estratégicos de desarrollo, implicación de todas las administraciones, inversión en promoción e infraestructuras, etc.a Porque si concluimos que enoturismo es desarrollar el enorme potencial del binomio vino-turismo, establecer redes e imagen de marca, esto es imposible conseguirlo sin la cooperación entre todos los agentes sociales implicados. O se realizan planes conjuntos en beneficio de muchos, o el turismo del vino será una pequeña gota de agua insignificante condenada al fracaso y al olvido.