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Cada vez soy más partícipe de las comunas; de las voces que gritan al unísono: “En la unión está la fuerza”. Sí, creo en la gente que se une y hace algo en común, en pro de un sueño, un deseo, unas ganas de crecer, de luchar… Puede que sea porque soy del 2 de mayo o porque he crecido con la conciencia de “unirse para ser mejores”… No lo sé, lo cierto es que deseaba ver una portada como la que ahora os brindamos en este nuevo número de MiVino-Vinum: los vinos de cooperativas.
Hubo un momento en que, achacados muchos por crisis de la vitivinicultura, por los cuantitativos y cualitativos cambios del sector vinícola o las ganas de sacar el máximo de los pequeños y medianos viñedos, los agricultores se unieron con el fin de defender sus producciones. Así han nacido las cooperativos de nuestro país. La historia de las cooperativas nos narran parte de la historia de los vinos de cada una de nuestras denominaciones de origen. Es en esos espacios comunales donde encuentras los vinos con raíz, muchos de ellos hoy considerados excelentes referencias de bodegas hogareñas.
Una cata de vinos de cooperativa es una cata que nos obliga a abrir bien los sentidos y ser benévolos con el fruto, con la tradición, con la historia de una zona.
De historias, bellas historias del vino, están llenas las páginas de esta revista. Y para historias las que narran paraísos, paraísos naturales y vinícolas como Cinque Terre y su mar de dioses en la zona de Liguria. Sin duda, una bellísima historia que nos descubre los secretos de alguno de los mejores vinos del mundo.
Incipiente, natural y con ganas. Así podría definir la bodega andorrana. A más de mil metros de altura, crecen las cepas retando a los dioses, venciendo los fríos del invierno y dejándose mimar por los soles del próximo verano. El resultado, vinos que no dejan indiferente. ¿Indiferencia?, ¡nunca!, mientras nos quede vino en la copa.