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Se cierra diciembre con la reflexión de un año de siembra. Meditativo, analítico, crítico… Se cierra una etapa y se abre otra. Es tiempo de pensar, de soñar, de propósitos… siempre buenos propósitos. Es el tiempo de guarda, de los vinos jóvenes burbujeando, haciéndose un futuro; de las listas de “los mejores de…”, de las Michelin, los Metrópolis y demás galardones a los mejores restaurantes del mundo, de nuestro país; de paisajes de cepas despobladas y nieblas cubriendo un campo de vid.
Diciembre deshoja el tiempo pasado, como el que pierde sus horas en saborear cada pétalo de una alcachofa. Pacientemente se mordisquean las hojas verdes, con su punto de amargos y su posgusto fresco y reluciente. Se disfruta con calma hasta llegar al fondo, al corazón, allí donde reside la jugosidad. Diciembre nos permite ser sinceros con nosotros mismos o al menos contarnos qué ha sido el año, qué nos ha regalado, que nos ha enseñado… Quizá por eso, el equipo de cata de MiVino-Vinum ha decidido sincerarse y sacar de su bodega aquellos vinos a los que se les puede añadir el adjetivo Grandes. Esos vinos para tomarlos con esa calma de la que os hablaba antes, con esa pausa de reflexión, de mirada en el futuro.
Tengo que confesar que la columna De qué me hablan cuando me dicen… que cada mes nos escribe la subdirectora de esta revista, Ana Lorente, me encanta. Es un descubrimiento mensual de ese lenguaje vinícola que para los profesionales del sector es algo habitual pero para el resto de los mortales es realmente una barrera para acercarse a nuestro cotidiano y amado vino. Por eso, hablemos con claridad. Así que este mes no podía ser de otra manera, explicamos una vez más las diferencias entre cava y champán.
Y antes de que se cierre el año, os invitamos, como en todos los números de MiVino-Vinum, a viajar por nuestro país, a perdernos en un paisaje vinícola. Nuestro mapa de ruta nos sumerge en las tierras manchegas de Almansa.
Os deseo una excelente entrada en 2016. Nos vemos o leemos pronto siempre brindando con un buen vino.
