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“E l vino es el espejo de quien está detrás de él. A menudo es una autoafirmación, una manera de mostrarse y reinvidicar su lugar en el mundo (...) Los vinos y las personas. Una armonía natural (...)” Me he permitido robarle estas palabras a Josep Roca e Inma Puig de su maravilloso libro Tras las viñas. Un viaje al alma de los vinos, posiblemente lo mejor que he leído en tema de vinos últimamente. El sentir del vino. El descubrir detrás de cada botella la historia de una vida: el sentir de la tierra, el latir del enológo, las manos del agricultor, el sol en la copa, la boca del sumiller, la sonrisa del comensal... Casi sin quererlo se dibuja una circunferencia de beneplácito en torno al vino. Vivimos el vino desde la raíz de la cepa hasta el último suspiro de una botella. Sabiendo que seguirá vivo en nuestro recuerdo. El vino forma parte de nuestra cultura, nuestra vida, de nuestras ganas. Siempre he tenido la curiosidad de saber. Siempre he tenido el deseo de escuchar y unas ganas impetuosas de narrar la vida. Quizá por eso me convertí en periodista. Pero el día que esta editorial me abrió sus puertas, y de esto hace ya casi una veintena, descubrí un mundo nuevo, las puertas de un paraíso de vid, de un mundo de gente conversando en torno a una copa, desnudándose a cada sorbo. Me gusta la desnudez (y no solo en la playa). Así me postro, con este primer número tras más de 220 ejemplares, desnuda de corazón y cubierta por una nueva manera de presentar la que es, sin duda, la mejor revista de vinos de nuestro país. A aquellos que fundaron MiVino hace 20 años, ¡gracias por lo que de vosotros sigue vivo en esta revista! A los que han luchado porque las historias de vino, de un vino de gente, vuelen en páginas de papel impresas. A los que me siguen contando sus historias para que las haga mías. A todos los que buscáis cada número de nuestra revista. Aquí va un manojo de buenas historias para brindar.
