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No es únicamente el argumento de la obra de Mies van der Rohe, uno de los padres de la arquitectura moderna. Es sin duda uno de los mantras más repetidos en nuestra sociedad cuando queremos invocar a la sobriedad, esa cualidad que no pasa por buenos momentos en un mundo donde el éxito se asienta sobre la cultura de la ostentación y el deseo de acaparar más y más bienes materiales. Han sido en estas tres palabras en las que el equipo de redacción nos hemos inspirado para ir construyendo un número de junio donde podréis descubrir un trocito del alma del vino. Os enamoraréis con la belleza de las tres denominaciones de origen vascas. Tres regiones minúsculas en cuanto a extensión de viñedo y producción, pero de una grandeza indiscutible. Viajaréis de la mano de la bella prosa de nuestra compañera Laura López Altares y os aseguro que lo siguiente que haréis será planificar un viaje a aquellas tierras, no sin antes brindar con alguno de sus soberbios vinos. Al regreso de esa apasionante lectura, os podéis pasar por la cata del mes dedicada a las uvas desconocidas y minoritarias de nuestro país. Desconocidas porque dejaron de plantarse hace siglos y minoritarias porque únicamente se cultivan en una pequeña zona que apenas da para llenar unas cuantas botellas. Esas uvas que no hace tanto no sabíamos ni que existían, hoy, gracias al talento e interés de apasionados de este sector que las han rescatado y valorado con maestría, forman parte de nuestra cultura vitícola. Entre tanto, no nos hemos olvidado de que el verano está a la vuelta de la esquina y es tiempo de poner a punto barbacoas y demás artilugios estivales sin descuidar el vino que nos refresque en estos meses.
