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Cuando Pablo Neruda escribió a mediados del siglo XX sus Odas elementales, entre las que se encuentra la Oda al vino, alabó con deliciosa destreza las maravillas que encierra nuestro firmamento cotidiano. Todo ello para que reflexionáramos sobre las cosas pequeñas que construyen nuestra vida y a las que, por desgracia, tan poco caso les hacemos. Obra maestra de la poesía que seguro inspiró a más de uno y, por qué no, a los creadores de MiVino allá por 1996. Una inspiración que siempre es necesaria para alumbrar ideas geniales, pero que sin el convencimiento de que se pueden realizar y el tesón para irlas construyendo a pesar de las dificultades es imposible hacerlas realidad. Así es la historia de esta revista de vino, que cuenta ya con 250 números en la calle. Un proyecto ilusionante que nació de las mentes perspicaces de personas convencidas de que el sector del vino necesitaba más que nunca que se hablara de él de una forma sencilla, veraz y rigurosa. Y de aquel convencimiento nació la fuerza y el arrojo para sobreponerse a los momentos difíciles, que, como ocurre en las bonitas historias, también los ha habido. Este editorial va dedicado a todos los que han formado parte de estas 250 portadas de MiVino que, mes a mes, se han ido publicando con la idea de transmitir nuestro amor a la viña y a las personas que tienen la valentía de sacar vino de ella. Gracias a todos ellos por haber dejado un legado tan bello y honesto, del que el equipo actual nos sentimos tremendamente orgullosos y con la responsabilidad de cuidarlo para que en cada próximo número "[...] aprendamos a recordar la tierra y sus deberes, a propagar el cántico del fruto".