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Qué importante es ser una persona reflexiva en la vida, aunque en el sector del vino, si cabe, lo es aún más. Cuando gran parte del proceso productivo de tu sustento está a la intemperie, y con ello quiero decir que está expuesto a factores completamente incontrolables que pueden acabar con él, o se piensa mucho sobre cómo minimizar las dificultades venideras y afrontar las que se echan encima o estás perdido. Eso solo para conseguir obtener unas uvas dignas con las que hacer tu vino. No os cuento si se trabaja para alcanzar una meta de excelencia o diferenciación para adquirir un posicionamiento entre tanta globalización. Los trabajos y los momentos de estudio se multiplican. Y de qué manera. Elaborar el número de junio ha supuesto en MiVino un reto excepcional porque hemos tenido que condensar mucha genialidad del mundo del vino en 64 páginas: hablar de proyectos y zonas productoras enteras que apuestan por la sostenibilidad y por el patrimonio autóctono que guardan, descubrir rincones de nuestro país que son una delicia para escaparse o encontrar gente de diversas sensibilidades que ama su tierra y no deja de luchar nunca para que se valore y se entienda es muy emocionante. Entrevistar a personas que miman el vino en el restaurante para que lo gocemos haciendo de embajadores de esas viñas recónditas con tantas historias por contar es fabuloso. Este mundo, el del vino, es así. Está plagado de personas tremendamente profesionales con un gran talento y una pasión desorbitada que se sienten atraídas por los continuos desafíos que la viña les lanza cuando le llega la hora de despertar del letargo invernal. Reconforta saber que estamos en buenas manos para que este sector siga con más vida que nunca. Gracias de corazón.