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Desconozco cuántos aficionados al baloncesto hay entre nuestros queridos lectores, pero no hace falta tener una afinidad desmedida a este deporte para haber disfrutado e incluso delirado con la lección de vida que nos han dado los chavales del combinado español en cada uno de los partidos del Eurobasket que han disputado en las últimas semanas, sin ser a priori favoritos. "Nosotros tenemos algo más a nivel colectivo que nos permite multiplicar los valores individuales..." reflexionaba el entrenador haciendo un bonito alegato al trabajo de equipo en detrimento de las individualidades a veces tan curiosamente sobrevaloradas en este tipo de deportes colectivos. Mientras las canastas de los rivales se llenaban de balones, de manera simultánea los canastos, cajas o espuertas se han ido llenando de uva y lo siguen haciendo por toda España. Esperemos que con una cuota de éxito similar para cuando se transformen en vino. Eso no será difícil porque, aunque menos sonora a nivel mediático, la gran lección de trabajo colectivo que el sector del vino nos da en cada cosecha es calcada a la gesta lograda por nuestros gigantes favoritos. Desde el momento justo de vendimia decidido con precisión milimétrica en función de los parámetros de la uva y de las previsiones meteorológicas hasta la definición de cada uno de los pasos a seguir en bodega pensados para obtener el mejor vino posible. Un reto sin apenas margen de error. Cuántas veces los valores del deporte nos han sido útiles como guía para superar las dificultades del día a día. Pues bien, sirva el trabajo en equipo que se realiza en las bodegas durante estas semanas como ejemplo de esfuerzo, generosidad, dedicación y, sobre todo, como efecto multiplicador de todos estos valores y virtudes.
