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Vivimos en un país verdaderamente maravilloso, pero en lo que respecta al vino es sin duda el mejor. Y no hablo de la calidad de nuestras elaboraciones, que también, me refiero a que allá donde mires –costa, interior, montaña, norte, sur, península, archipiélagos–, la viña está omnipresente en cada paisaje, en cada rincón, por remoto que este sea. Como os podréis imaginar, por razones evidentes, en la redacción estamos continuamente viajando de acá para allá para conocer y descubrir zonas y proyectos vitícolas con los que luego crear MiVino mes a mes. Pues bien, en todos los años que llevamos en esta labor de divulgación, jamás nos hemos visto afectados por el más mínimo conato de apatía o aburrimiento. Allá donde hay una viña, hay una historia que enraíza en lo más profundo del lugar y de sus habitantes: modelos de vida vinculados al entorno, tradiciones centenarias, firme desarrollo de núcleos de población, estrechas relaciones humanas, anécdotas curiosas... Estas valiosas e innumerables cualidades construyen las sociedades en las que el vino está presente. Supongo, querido lector, que, aunque solo sea por unos días, huirás de la rutina para restituir la paz mental y física que durante el año se ve comprometida con tanta información, obligaciones y quehaceres. Allá donde vayas, fíjate bien, porque sin temor a equivocarme siempre tendrás cerca una viña que, mientras tú descansas y te pones a salvo del calor inclemente, aguanta estoica afanándose en economizar sus energías para formar las uvas que, en menos de lo que nos pensamos, habrán de ser vendimiadas. Disfruta del vino, de un buen pescado azul, de la lectura y del ambiente relajado del verano, que a la vuelta nos vemos con nuevas y apasionantes historias de viñas a las que echar un vistazo.