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El concertino y el catador

  • Redacción
  • 2013-07-01 11:17:44

En el primer semestre del año se aglutinan la mayoría de concursos de catas nacionales e internacionales. En los tres últimos meses he asistido a varios, bastante diferentes entre ellos, y las sensaciones que he recibido han sido contrapuestas. Pensaba en ello mientras contemplaba los movimientos y gestos del concertino en un concierto de música clásica. Es un momento mágico e inquietante, el desafino para el afino. El concertino, violinista primero de la orquesta y encargado de ejecutar los solos, es la persona de  mayor jerarquía después del director. Además de ayudar a la dirección, toma decisiones sobre la ejecución de la técnica y, esto es lo más interesante, se encarga de la afinación de toda la orquesta antes de iniciar una interpretación musical. Sabemos que en una orquesta sinfónica hay casi cien instrumentos musicales repartidos en familias: cuerda, viento, metal... En un concurso de cata se podrían trazar ciertas similitudes y muchas diferencias.

El concertino me recuerda a ese momento de “puesta en boca” o mise en bouche, el primer vino para preparar todos los sentidos antes de comenzar la cata. Un vino no sometido a concurso que es valorado en conjunto por el panel de los catadores para equilibrar criterios, para afinar boca y nariz. Puede hacerse en cada mesa de cata o para un panel genérico. En uno de los concursos internacionales a los que suelo asistir la puesta en boca se hace para más de 300 catadores a la vez y la puntuación del vino se hace pública al cabo de unos minutos para que cada catador haga una comparativa con su puntuación. El concertino cumple aquí su función. Lógicamente, cada catador tiene su propio criterio basado en su experiencia y coherencia profesional, pero es importante orquestar el conjunto. De lo contrario, puede ocurrir, como me ha sucedido, asistir a concursos donde no solo la puesta en boca no cumple ninguna función, sino en los que te encuentras con puntuaciones extremas justificadas en pro de la defensa de la diversidad. Si en un panel se puntúa un mismo vino con 70 y 90 puntos es que algo pasa, y no precisamente al vino. Catadores los hay de muy diversa índole, algunos desafinan más que otros.

El director de orquesta selecciona a los músicos y marca el tempo. Existen interpretaciones musicales de una misma obra, como el vino, y ahí reside la riqueza de cada director-catador, la grandeza de la música, pero todo en una armonía compuesta por notas e instrumentos diferentes. Un concurso serio de cata debería orquestarse bajo criterios sólidos y profesionales. Esto no es más que la obertura para la reflexión sobre los concursos de cata.

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