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Dédalo diseñó el laberinto de Creta para encerrar al Minotauro. Teseo acabó con el monstruo y logró salir ayudado por el hilo del ovillo de Ariadna. Ya sea por un hilo o por las fallidas migas de pan de Hansel y Gretel, cada cual tiene su manera de volver al punto de partida para no perderse. Pero, ¿y si no existe?
Durante las últimas semanas, y en reuniones con amigos, ha coincidido un tema a debate: el laberinto de los precios de los vinos. Además, y casi como señal de los dioses griegos, se puso en contacto con nosotros uno de nuestros fieles distribuidores, Fermín Muñoz, de Enoteca Aljada (Murcia), para expresar su preocupación sobre este mismo tema, y más concretamente sobre la pérdida de competitividad y credibilidad cuando ciertas bodegas daban en venta sus vinos a grandes cadenas. La verdad, no me preocupa que las bodegas de prestigio estén en los lineales, cada empresa marca su estrategia. Y si un pequeño comprador encuentra allí un vino más barato que el precio que le da su distribuidor, en él está reaccionar ante esta situación, eso sí, cuando se le pase el cabreo. Todo esto tiene mucha miga y no parece que, como en el cuento, vaya a desaparecer. ¿Cómo conviven las políticas de precios de las bodegas, grandes superficies, tiendas especializadas y distribuidores? Unos juegan con la presión del volumen de compra, otros con la baza del mimo al producto y calidad de venta, y los intermediarios haciendo de la necesidad virtud. Ni el precio de salida de un vino de bodega es fijo, ni lo que paga el consumidor tampoco. Partiendo del libre mercado de precios, unos puentean abiertamente al distribuidor, otros quieren serlo a toda costa, algunas bodegas juegan a dos bandas... Una demostración de la insuficiente profesionalización del sector. ¡Ni Ariadna lo desovillaría!