- Redacción
- •
- 2011-11-01 09:00:00
Me llamo Bartolomé Sánchez y soy catador. Durante más de treinta años he vivido con pasión el mundo del vino, he disfrutado de grandes momentos y también, cómo no, he pasado por alguno triste. Pero es la primera vez que me siento engañado.
Ha ocurrido en Córdoba, en el transcurso de los Premios Mezquita. Durante el concurso, un operario de TVE entrevistó y “puso a prueba” a unos cuantos catadores con el fin de que diésemos nuestra opinión delante de la cámara sobre un vino anónimo. Cuando el operario me pidió que realizase una cata para el público televidente me dio claramente a entender que era un vino del concurso. Creí que se trataba de apoyar el certamen, por ello ensalcé con exceso de entusiasmo un vino que no pasaba de correcto, agradable y, como decimos en el argot, fácil de beber. Todo resultó ser una pantomima. Según el zafio reportero que hizo las entrevistas, se trataba de un tinto de tetrabrik. Pero este hecho, con ser gravísimo, no es lo peor. Que un friki entre en el mundo del vino como elefante en cacharrería puede ser hasta normal, aceptable incluso, a tenor de la mayoría de los programas que suele ofrecer el ente. Lo inconcebible e intolerable es que la dirección de estos premios consintiera que se llevara a cabo la farsa de cata delante de una cámara de televisión con la intención de ridiculizar la opinión de los catadores que allí se encontraban, todos ellos de garantizada solvencia profesional. Demostrando una falta absoluta de nobleza tratándose de materia tan delicada, Manuel López Alejandre remató la comedia brillando a continuación ante la cámara con una cata magistral en la que calificaba de vino de mesa muy correcto aquel tinto de tetrabrik.
A estas alturas de nuestro devenir profesional, los viticultores con los que hemos pateado sus viñas, los bodegueros con los que hemos degustado codo con codo entre sus barricas y los lectores que nos siguen en las publicaciones especializadas saben de sobra que ningún profesional avezado confundiría un vino normal, sin defectos pero sin atributos dignos de resaltar, con otro de calidad superior. Por eso lamentamos que la torpeza de semejantes individuos ensucie profesión tan limpia como la nuestra. Porque esto nuestro es cuestión de vista, de tacto, de olfato y de gusto. Sobre todo de buen gusto.