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Vuelve el otoño, la vendimia, las primeras setas y trufas. Vuelven los vientos de invierno, las lanas para cubrir el cuerpo y los sombreros de lluvia. Vuelven los ocres a los árboles, las cazuelas de fuego lento y se abre la veda de caza. Se vuelve al recuerdo de los momentos felices y a las caricias deseadas. Se regresa aún sabiendo que nunca será como antes; esa es la magia de la vida. Si uno se fija y se deja, esta vida sale al encuentro de las ganas. Como la vid. Agarrada a manos llenas en el terruño, retorciéndose de gusto al sol, quitándose el estrés con la lluvia, brotando a borbotones para dejarse llevar… llevar a la boca, al disfrute. Volvemos al vino, como volvemos al deseo de desear. Un viaje de ida y vuelta. Así comenzamos a llenar, de nuevo, las páginas en blanco, entonces, de MiVino y Vinum: hojas de otoño de vino y trufas.
He vuelto a la Croacia que tanto me sorprendió en su momento con esos aromas a sulfuro pecaminoso de una trufa blanca recién cogida. Vuelvo a la mesa que me hizo ser quién soy, a la de Abraham García, quien con un simple par de huevos me descubrió la suerte de esta profesión. Vuelvo a los Godellos y a la Syrah, a la Garnacha y a la Pinot Noir… como antaño, hace unos años ya, cuando en una mesa de cata, el hoy presidente de este grupo editorial, Bartolomé Sánchez, me enseñó a vivir, disfrutar, sentir el vino. Sí, hoy, vuelvo a MiVino y Vinum, donde yo crecí, donde me bien educaron a ser la personita que soy. Comienza el viaje. ¿Vamos?
