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No es audacia poca olvidarse de los burócratas y su mente burocrática, luchar contra las imágenes y las ideas preconcebidas, tan poderosas como molinos de viento que sueñan con ser gigantes, impulsar una viticultura sin fronteras, en la que la vid es la planta primordial, la ancestral “vitis vinífera” que embriagó a los primeros humanos, y esperar con flema catalana los resultados de un esfuerzo medido en décadas de sudor e imaginación. Así, los tintos del Penedés, el gran centro productor de vinos catalanes, solar de blancos, cuna y despensa del mejor cava, que es un blanco con “playback”. Aquí impera la trinidad Macabeo-Xarel.lo-Perellada, la riqueza tiene el color dorado de sus uvas, y el pasaje vira, en el mejor de los casos, del rosa al amarillo. Pero en los años 70 un joven enólogo, hijo de bodeguero, “hereu” él mismo de una empresa que se inicia en la venta y se consagra en la producción, se plantea replantar el viñedo, trae el amado Cabernet Sauvignon de sus estudios franceses, y crea el primer tinto catalán de categoría internacional. Hoy, aquella brecha, tolerada por la magnitud de quien la abría, se ha convertido en la puerta de entrada para los tintos del Penedés, vinos sin prejuicios, abiertos a los varietales más prestigiosos. Y en ellos, y con ellos, se ha creado una nueva coloratura que no compite con el blanco sino que lo complementa, ampliando la gama cromática de una región bendita, donde la vid encuentra la ubicación adecuada y la naturaleza modifica y adapta la planta, consagrando las diferencias. El Penedés es hoy una amplia región vitivinícola donde conviven los varietales autóctonos que siguen enseñoreando la zona, con las cepas de Francia, Alemania, Alsacia. Un lugar de concordia donde Garnacha y Ull de Llebre, la Tempranillo catalana, se codean y conviven armoniosamente con el orgulloso y profundo Cabernet Sauvignon, el vivaz y espontáneo Merlot, el esquivo y difícil Pinot noir, la perfumada y feliz Syrah. Con ellos, y el buen hacer enológico que las caracteriza, todas las bodegas más representativas de la zona elaboran magníficos tintos, que, si nos fijamos bien, no hacen sino completar con su rojo coraje las franjas de su amada senyera.