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Apuesta por el color

  • Redacción
  • 2000-05-01 00:00:00

El rosado está de moda. Y no sólo en España donde todos los veranos hacen su agosto estos vinos entre el ser blancos y parecer tintos. En Europa ganan adeptos, tal vez alimentados por el poderoso impulso de los taninos, la irresistible ascensión del resveratrol, mágica sustancia que todo lo cura. Tal vez por eso, los actuales rosados se cubren de color, aumentan de cuerpo, se llenan de sustancia hasta recordar aquellos claretes de Cigales, Ribera del Duero o de Rioja que durante años fueron la forma habitual de beber vino tinto.
En ninguna parte del mundo se elaboran tantos y tan buenos vinos de este tipo, en el que el tinto late con corazón de blanco. Año tras año, la calidad de nuestros rosados, antaño privilegio de los navarros, se expande por toda España. Atrás quedan aquellos tiempos de penoso recuerdo en los que el rosado era fácil recurso de ignorantes, la salida cómoda de restauradores y sumilleres sin criterio, una bebida impersonal con vocación de refresco. Por no hablar de los falsos rosados, mezcla vergonzante de tinto y blanco, que aliviaban los stocks de bodegueros poco escrupulosos. Vino, por tanto, que renunciaba a su ambigua personalidad, miembro honorable de la gran familia vinícola española. Las cosas comenzaron a cambiar cuando en Navarra se gestaron, de la mano de Chivite, los primeros rosados de nuevo cuño, limpios, aromáticos, con más cuerpo y aromas intensamente frutales. La entrañable Garnacha se olvidaba de viejas oxidaciones o sabores vegetales, para mostrar su impresionante y sugestivo perfume de fresa y frambuesa. Ahí están, junto al “Gran Feudo”, los populares rosados “Homenaje”, “Sardasol”, o “Las Campanas”. Pero también están los rosados a base de Tempranillo en todas sus versiones, o de Monastrell, Listán Negro, Bobal, y un largo etcétera que incluye prácticamente todos nuestros varietales tintos. Luego vinieron los varietales foráneos, traídos principalmente de la mano de emprendedores bodegueros catalanes, imponiendo la supremacía organoléptica de los Merlot y Cabernet Sauvignon. A los ya clásicos Gran Caus, Mas Comtal, Gramona o Roura, se añaden Can Bonastre, o Capafons-Ossó con su “Roigent”, un rosado elaborado con Syrah muy original y aromático. Finalmente, la mejora se ha generalizado, y hoy es posible encontrar excelentes rosados en cualquiera de nuestras zonas vitivinícolas, tanto peninsulares como insulares, elaborados con casi todos los varietales tintos que hoy se cultivan en nuestro país, lo que permite al consumidor elegir, no solo en los meses calurosos, un rosado para cualquier tiempo y momento.

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