- Redacción
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- 2001-04-01 00:00:00
No es audacia poca olvidarse de los burócratas y su mente burocrática, luchar contra las imágenes y las ideas preconcebidas, tan poderosas como molinos de viento que sueñan con ser gigantes, impulsar una viticultura sin fronteras, en la que la vid es la planta primordial, la ancestral “vitis vinífera” que embriagó a los primeros humanos, y esperar los resultados de un esfuerzo medido en décadas de sudor e imaginación. Así, los tintos del 98, el año de la consolidación de una forma de entender el vino de crianza en nuestro país tras la apabullante contundencia del 94, que nos hizo soñar con una nueva era. Luego llegó el 95, aportando elegancias que hicieron soportables, para muchos, las nuevas maceraciones, la carnosidad hecha de alcohol y polifenoles. El 96 realizó la síntesis de uno y otro, aunando potencia y elegancia en un diseño definitivamente moderno. Pero el 97 se mostró esquivo, como queriendo contentar a todos, y produjo tanto vinos de antes, flacos y ligeros, como rotundamente actuales. Y ahora, sin tratarse de una añada excelente, el 98 ha terminado imponiendo el gusto por el color denso, los taninos abundantes y frutosos, la buena madera -aunque no necesariamente nueva-, la crianza medida, y el grado que otorga la naturaleza a la completa maduración de la uva.
No ha sido fácil, porque nuestro país posee una gran tradición vitivinícola, y, en ocasiones, notables innovaciones enológicas que hoy quedan como testimonios imperecederos de nuestra capacidad de inventiva. Un orgullo, pero también un lastre cuando la herencia y tradición se convierten en el fácil comodín de los perezosos. Así ha ocurrido con los llamados vinos de “Alta Expresión”, motivo de alabanzas y pleitesías sin criterio; o de descalificaciones y menosprecios ignorantes. No han contribuido mucho, más bien al contrario, los precios abusivos, puestos más para proclamar una excelencia que sólo debe demostrarse en la copa, que por razones estrictamente económicas. Pero aquellos precios traerán los futuros lodos, particularmente en zonas como Rioja y Ribera del Duero, con la posterior sequía de mercados que parecían cautivos. Con el 2000 vendrán las rebajas, que en los 98 empiezan a apuntar. Esperemos que los ajustes de precios no representen un paso atrás en la calidad. O un paso adelante, cuando se está al borde del abismo.