- Sara Cucala
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- 2008-04-01 00:00:00
Seis de la mañana. Aeropuerto de Madrid, T4. He tenido que pasar dos veces por el control policial porque un botecito de líquido para las lentillas que llevaba en el bolso tenía un tamaño peligrosísimo para subir a un avión. ¿Arma de destrucción masiva? Supongo que sí. A esas horas en las que los pasillos del aeropuerto están llenos de ejecutivos con maletín en mano y turistas on line que han conseguido, como yo, un billete barato a través de la Red, uno intenta guardar la compostura y mostrarse lo más lúcido posible, controlar el destemple corporal, la somnolencia perpetua, la duda de si tomarse un café, y la necesidad de matar el ayuno… Buenos días, Madrid. Conseguí un billete de oferta a Jerez de la Frontera y eso es una tentación y una excusa para los que apreciamos los olorosos y los finos. Y la oportunidad me vino de perlas porque tenía unas ganas terribles de visitar Aponiente, el restaurante de Ángel León en el Puerto de Santa María y probar su último ingenio, los pescados de su mar a la brasa de aceitunas. Lo llevó este año a Madrid Fusión y desde entonces varios chefs de Japón y Estados Unidos quieren aplicar esa nueva técnica a sus recetarios. ¡Hay que probarlo! Y así, mientras recorría los pasillos kilométricos de la T4 en busca de la puerta K número 86, fantaseaba, a esas horas, con mi llegada a Jerez. Mi primer trago sería en la taberna El Almacén, junto a la Plaza del Arenal, “un Alfonso y unas alcachofas fritas”. Descubrí un día que sólo hay unos vinos capaces de vencer la acritud de las alcachofas y son los olorosos… Luego, al Puerto de Santa María y después… donde el viento empuje. La salvación de los náufragos Todo está en la mente, y del mismo modo que las fantasías eróticas, los delirios gastronómicos (el pollo de Carpanta) abren de par en par el apetito, aún más en ayunas. Así, en ese duermevela mecido por la banda sonora del ronroneo estomacal, se me aparece la visión de una fastuosa tienda gourmet llamada Sibarium Delicatessen. Me froto los ojos, afilo el olfato y descubro que, ¡por fin!, la oferta comestible y bebestible del aeropuerto se ha humanizado. Sibarium ocupa un hermoso espacio entre las puertas J y K de la T4. Una tienda repleta de estanterías con productos gourmet y vinos de todas las Denominaciones de Origen del país. Su idea, ser un embajador de los productos delicatessen de España, la han trasladado a otros aeropuertos internacionales de América. Haciendo el paseíllo por la tienda te encuentras, a un lado, una bodega tentadora con referencias de Finca Remelluri, Irache, Luis Alegre, varias referencias de Rueda, algunos Ribera del Duero, como por ejemplo, Teófilo Reyes; clásicos riojanos como Muga; modernos y famosos blancos gallegos; caprichosos como Les Terrases o Usatges (2003) de Álvaro Palacio o, puestos a elegir, un Flor de Pingus, sin ir más lejos. Junto a la bodeguita hay un mostrador con hojas de cata, tanto de vinos como de aceites, y unas detalladas y selectas recomendaciones de la casa. Si se sigue curioseando, se encuentran cremas de quesos, como la de Cabrales, patés, preciosos molinillos de sales (de lo más diverso, sofisticado y carísimo), chocolates con firma de autor, dulces tradicionales con guiño delicatessen… A un extremo, la isla de salvación de los náufragos del amanecer: una barra con una cartita en la que se anuncia un decena de vinos, cavas e incluso sidra por copas, unas cuantas sugerencias de ibéricos y quesos artesanos, y un cartel: “Escoge de la tienda lo que quieras y degústalo aquí”. No hay café. Así que el desayuno en Sibarium es con diamantes: una copita de cava Marqués de Monistrol y un bocatín de jamón ibérico de Guijuelo, por ejemplo. Cada semana, en la barra, hay un producto recomendado. En esa ocasión era caviar persa. Me pareció la mejor idea para acompañar a mis burbujas. Me dejé llevar y casi pierdo el avión. sibarium delicatessen Avenida Hispanidad, s/n Aeropuerto de Madrid-Barajas T4 Internet: www.areas.es Precio: desde 4,50 euros.