- Redacción
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- 2011-12-01 00:00:00
¿Se puede llamar vino a un producto sin alcohol elaborado con uvas? El debate está servido. Sí Afortunadamente, el vino sin alcohol es una realidad. Pese a que seamos demasiado pocos los que hayamos iniciado con seriedad esta apasionante aventura, lo que hace tres años parecía una locura hoy es una realidad, y marca el inicio de una tendencia que acabará ocupando su porción del mercado. El vino sin alcohol, con todas sus letras y sin que sobre ni una sola, es una nueva concepción, una categoría de producto que estaba vacía y que gracias a una innegable apuesta por la innovación y la investigación puede encontrarse en el mercado. Nielsen lo confirma en el informe de 2010. La demanda en todo el mundo de productos saludables, sin alcohol y apropiados a la dieta moderna obliga a dar esta alternativa también al vino. La importancia social y económica es evidente, tanto por la disminución de riesgos de conducción o laborales como por la capacidad para evitar arrancar viñas o generar empleo. La oportunidad del mercado y del contexto internacional es un aliciente valioso para el sector. Y esa salida solo puede llevarse a cabo con determinación, con una filosofía de apuesta clara por la I+D+i por la calidad del producto y su apego al origen. Hablar de vino sin alcohol es hablar de investigación, desarrollo e innovación, pero también es hablar de futuro, nuevos nichos de mercado, nuevas posibilidades de negocio y también, por qué no, de una solución perfecta para determinados problemas que afectan al sector. Porque, ¿qué ocurriría si el consumo de vino tradicional sigue disminuyendo y si el vino sin alcohol tuviera un éxito a medio plazo similar al de la cerveza sin alcohol? ¿Y si esta nueva categoría de producto se estandarizara en determinados países o segmentos de población que no son consumidores habituales de vino? La respuesta a esta y a otras muchas preguntas puede ser lo suficientemente determinante para entender que la apuesta merece la pena. Carlos Moro Presidente de Grupo Matarromera No El debate comienza con ciertos sofismas. Según el diccionario de la RAE, vino es “licor alcohólico que se hace del zumo de uvas exprimido, y cocido naturalmente por la fermentación”. Existe la prohibición expresa por parte de la UE de llevar inscrito en la etiqueta y contraetiqueta de una botella el nombre vino en un producto vínico sin alcohol, cuyo reglamento dice que solo puede considerarse como tal aquel que tiene más de 9% vol. de alcohol, con algunas excepciones concretas. Por tanto, llamar a este producto indefinible vino es un intento de engañar al consumidor porque simplemente NO es vino. Si lo desean denominar bebida derivada de la uva sin alcohol, podemos volver a hablar. Olvidamos que lo más importante en un vino es el equilibrio, la complejidad aromática, la intensidad sensorial, la permanencia en boca… De todo ello carece esta nueva bebida. Será igual de bueno para la salud, pero el vino es placer, cultura, compartir… con siglos de permanencia entre nosotros. No estoy en contra de su fabricación (la elaboración está reservada a los auténticos vinos). Me parece bien como posibilidad de negocio: crear nuevos empleos, huir de las severas restricciones de tránsito, como alternativa para aquellos que no beben vino... pero proclamar que podría evitar el arranque de viñas o que solucionaría la caída del consumo es una broma, porque las cepas que sobran son las de una producción excesiva que no aportan calidad. El vino nace de la naturaleza interpretada por el factor humano, mientras que el nuevo producto surge del laboratorio y de la negación de un proceso histórico de elaboración. No nos engañemos, el vino sin alcohol es al vino lo que el café torrefacto al café, el aceite refinado al aceite o la música militar a la música. Si San Vicente, patrón de los viticultores, levantara la cabeza…. Juancho Asenjo Catador profesional Puede continuar el debate en: www.mivino.info/mivinoblog