- Redacción
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- 2012-09-01 09:00:00
Emilio Gallego
Secretario general de la Federación
Española de Hostelería (FEHR)
Todos estamos de acuerdo en que el turismo es una gran fuente de riqueza para España. 57 millones de llegadas de turistas en 2011 y 160 millones de viajes de los españoles son cifras que nos dan una medida de la capacidad de generación de riqueza y empleo del turismo .
En la actualidad España es una potencia turística que tiene entre sus fortalezas la cercanía de los mayores mercados emisores mundiales, Reino Unido y Alemania, pero también debilidades como una imagen excesivamente centrada en el turismo de sol y playa y con algunos destinos ciertamente maduros, es decir, con cierto grado de obsolescencia y desenfocados en materia de paisaje, sostenibilidad, trama urbana e incluso estética. Por ello, el turismo gastronómico y, especialmente, el enogastronómico pueden ayudar a poner en el mercado nuevos productos que enriquezcan la oferta turística de nuestro país y que posibiliten la renovación de una parte de ella que actualmente necesita oxigenación y creatividad.
Turismo: la mesa es lo primero
Hoy España dispone de todos los elementos definitorios para convertirse en una auténtica potencia de turismo enogastronómico. Contamos con un patrimonio gastronómico espectacular, una riqueza de regiones vinícolas que ocupan la totalidad del país, unos productos agroalimentarios de primera calidad, avalados por las denominaciones de origen, y un nombre y una proyección de nuestros grandes chefs que se han hecho un hueco en la esfera de la gastronomía internacional. Pero no debemos descuidar las dificultades si queremos alcanzar nuevos éxitos en este mercado, de las que citaré las que me parecen principales:
La falta de una marca paraguas para el turismo enogastronómico español, debilidad más patente cuanto más lejano es el mercado emisor sobre el que se hace la promoción. La fragmentación que suponen las competencias autonómicas a la hora de preparar determinados productos y organizar su promoción resta efectividad a la hora de conseguir el mayor éxito para un producto turístico.
La fragmentación del sector empresarial, el pequeño tamaño medio de las bodegas y el sector agroalimentario hacen complicado abordar proyectos de turismo enogastronómico. Se me entenderá perfectamente esta idea cuando comparemos el sector del vino con el cervecero y veamos la desproporcionada capacidad en materia de marketing y comunicación que ofrece un sector más concentrado y con más escala. Por ello creo que el sector del vino debe aunar fuerzas y cooperar para poder adquirir escala a la hora de abordar determinados proyectos promocionales y comerciales.
El aprovechamiento de la imagen de nuestros principales cocineros a nivel internacional, haciéndola convivir y comunicarse con nuestra tradición y riqueza gastronómica autóctona y tradicional. Cuando hablamos de turismo gastronómico hay una parte importante de gastronomía tradicional -la vinculada al territorio y a los productores-, lo que nos permite organizar una experiencia para el turista. Por ello es necesario potenciar el tándem entre innovación y tradición para que ambos hagan más rico nuestro producto turístico enogastronómico.
Por eso estoy convencido de que ha llegado el momento de ponernos a trabajar todos a una para hacer del turismo enogastronómico un eje fundamental de nuestro desarrollo turístico, capaz de regenerar nuestra oferta, diversificando y desestacionalizando nuestro producto turístico, y permitiendo al sector agroalimentario aprovecharlo como una oportunidad de crecimiento.