- Redacción
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- 2013-04-01 09:00:00
Las modernas teorías sobre viticultura consideran anticuado el milenario cultivo en pérgolas y únicamente lo recomiendan para dar sombra al mobiliario de jardín, como mucho. Pero están completamente equivocados.
Es como en La comedia de los errores. Lo que la investigación y la docencia propagaban en los años ochenta en cuanto a vinicultura, en los noventa ya estaba anticuado. Y lo que para el cambio de milenio se consideraba el no va más de la sabiduría hace ya tiempo que se pone en duda. En definitiva, seguimos sin saber mucho más que los vinicultores de la Edad Media, en la que estaba muy extendido el cultivo en pérgola. Según los manuales modernos, la mejor solución es el cultivo en espaldera, sobre todo el sistema de conducción Guyot, el más adoptado hoy día: en primer lugar, porque permite una mayor racionalización del trabajo en la viña y, en segundo lugar, porque con una mayor densidad de cepas se logran rendimientos menores. Pero ahora hay indicios de que el creciente calentamiento global incide en mayor grado sobre la espaldera que sobre la pérgola. Además, sabemos que la edad de las cepas influye más en la calidad del vino que el sistema de cultivo.
Cultivo sostenible en
lugar de monocultivo
Por ejemplo, para el Merlot superior del Tesino (Suiza), Sassi Grossi, se utilizan uvas seleccionadas de viejas pérgolas en las que se practica una técnica de poda especial para reducir el rendimiento a 800 gramos por metro cuadrado. “Prefiero un majuelo de pérgolas de 40 años de edad bien cuidado que un viñedo de nueva plantación en espaldera”, asegura con mucha razón Feliciano Gialdi, el creador del Sassi Grossi. En España, es en las zonas atlánticas donde se ha plantado tradicionalmente este tipo de sistema, áreas donde las precipitaciones y el desarrollo vegetativo son muy elevados. Miguel Tobío, director técnico de Viticultura de Martín Codax (D.O. Rías Baixas), experto en sistemas de conducción horizontales (emparrados y pérgolas, entre otros), lleva investigando desde 2007 este sistema con plantaciones experimentales. La diferencia entre ambas es que en el primer caso existen dos puntos de apoyo y son totalmente horizontales, y en el segundo solo hay uno, simulando una “T” inclinada hacia arriba. “En Galicia era muy habitual este último sistema en los años setenta en cultivos tradicionales de la zona de O Condado, donde tenían la función de delimitar las parcelas aprovechando además el suelo para plantar otro tipo de productos”, comenta Miguel, “hoy aún quedan algunas fincas que las cultivan así”.
Con el rápido cambio al cultivo en espaldera, el paisaje ha variado completamente. Si la pérgola es sinónimo de cultivo extensivo que permite a las vides integrarse suavemente en la topografía, el cultivo en espaldera representa el monocultivo por antonomasia, en el que las cepas se educan con disciplina militar. En O Salnés, más del 90% de las plantaciones son en emparrado, muchas fincas volvieron a este sistema después de implantar espalderas por la facilidad de controlar el vigor del Albariño para conseguir una producción equilibrada.
La respuesta al cambio climático
“Lo más importante es que el sistema de cultivo sobre pérgolas también se vaya optimizando, por ejemplo en lo que respecta a la elección de los clones y portainjertos, pero también en cuanto a la densidad de plantación”, afirma Josephus Mayr, vinicultor del sur de Tirol. En O Salnés, la variación de los rendimientos es muy grande, “en una media de 10 años hemos comprobado que se ha pasado de 7.000 kg/ha en espaldera a 10.000 en emparrado”, afirma Miguel. ¿Qué ventajas supone el sistema de emparrado frente al de espaldera? Según Miguel, la gestión del suelo es más fácil y las fertilizaciones, moderadas. Lo importante es saber jugar con los deshojados y las cubiertas vegetales”. También influyen los costes de implantación, casi el doble en emparrado que en espaldera.
Precisamente en estos años de calor, Mayr ha podido constatar que los daños causados por quemaduras del sol en las uvas son considerablemente menores en las pérgolas. Además, el techo de hojas mantiene más baja la temperatura en la zona inferior de la planta, lo cual favorece la conservación de la humedad en el suelo. En el aspecto sensorial, Mayr ha comprobado que bajo la protección de la pérgola generalmente se crían vinos de fruta más marcada y taninos más blandos, con idéntico grado de maduración plena.
Dos regiones unidas por las pérgolas y los emparrados con razones de peso. Y además, son más bonitas...