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Burdeos tiene un nuevo escándalo del vino. Al menos así lo llaman los medios de comunicación. En el caso que nos ocupa, algunos vinos de Burdeos fueron «mejorados» mediante productos del sur de Francia, y se embotellaron en una casa comercial, mientras que la etiqueta indicaba un embotellado en origen. Ambos hechos constituyen violaciones del Reglamento de la denominación de origen que resultan imperdonables. No porque la calidad haya sufrido necesariamente: es probable que los vinos de Burdeos incluso se hayan beneficiado de la adición de vinos del Languedoc. En el Nuevo Mundo, esta mezcla de productos de distintas zonas de cultivo se practica de forma totalmente legal, y en algunos casos con resultados excelentes. Pero se ha dado gato por liebre a los consumidores: quien compre un vino con denominación de origen debe poder confiar en que se cumplen las normas correspondientes. Cualquier productor, corredor o casa comercial que viole dichas normas intencionadamente perjudica el buen nombre de la denominación. Las consecuencias no las pagan los Crus classés sino, como siempre, los pequeños productores.