- Redacción
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- 1996-11-01 00:00:00
En el número pasado de MiVino hablábamos de un elemento comúnmente disuelto en el agua, el litio, con propiedades terapéuticas en determinadas dosis para el tratamiento de las manías y ciertos comportamientos psicóticos. Las aguas fuertemente mineralizadas son tan ricas en oligoelementos beneficiosos para el organismo, como el litio, que raro es que no encontremos en ellas abundantes y microscópicos aliados para la mayoría de nuestros problemas de salud. Esta aguas no son medicamentos, bien es cierto, pero ayudan a estar en forma, a menudo suplen carencias de la dieta, y son siempre una garantía de agua pura, sin contaminar. Por no hablar del placer de degustar un agua natural.
Entre esos aportes escondidos en el agua mineral está el flúor, un elemento que posee unas cualidades de gran importancia para el bienestar del ser humano. En realidad, en condiciones normales de presión y temperatura, el flúor es un gas, que la industria cosmética de los dentífricos puso de moda a partir de los años cincuenta. Y no solo en el agua mineral; se encuentran altas concentraciones de flúor en los pescados, el té y ciertas harinas.
La razón por la que la ciencia ha vuelto sus ojos hacia este elemento se halla en el descubrimiento de que es el mejor aliado para la prevención de la caries dental y, en menor medida, en el tratamiento de algunas afecciones de los huesos, como la osteoporosis. En la dentadura, por ejemplo, rebaja el metabolismo de las bacterias causantes de la caries y tiene efectos reminalizadores del esmalte. En cuanto a la osteoporosis, enfermedad frecuente en personas de avanzada edad y después de la menopausia, el fluoruro sódico actúa como formador de una nueva matriz ósea, que convierte al hueso en más resistente a las fracturas: aumenta los cristales de apatita y reduce su solubilidad.
Se considera un agua mineral fluorada cuando su contenido en fluoruros es superior a los 2 mg/l. Es el caso, por ejemplo, del manantial de Vichy Catalán y del de Malavella, con concentraciones aproximadas de 7 ppm. (partes por millón).
Tanta es la importancia del flúor que muchos países del primer mundo han decidido fluorar las aguas de abastecimiento público como medida universal de prevención para toda su población. En estos casos, los lugares de climas templados deben ajustar sus concentraciones a 1 ppm., mientras que las zonas cálidas, debido a una mayor ingestión, deberán rebajarla. Por poner un ejemplo: según los expertos, Barcelona, con 19ºC de temperatura media anual, no debería sobrepasar una concentración de 0,9 ppm. Porque todo exceso es malo y, como dijo Paracelso, solo la dosis separa un medicamento de un veneno.