• Redacción
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• 1997-11-01 00:00:00

El peso de la historia no ha sido en Rueda un freno sino una palanca. La vieja Castilla no suspira aquí por el pasado, no añora el sabor de antaño sino que construye un floreciente presente y mira al futuro con ilusión infantil, siempre en espera del resultado de nuevas experiencias, de la madurez de nuevos cultivos.
Puede ser que buena parte de los aficionados al vino de calidad ignore la tradición medieval de los dorados y consistentes vinos que afamaron el mercado de Medina del Campo y merecieron la protección de los Reyes Católicos. Sin embargo, cualquiera es capaz de distinguir y describir, con acierto y aprecio, el gusto de los Rueda de hoy.
El más lego los define como “esos deliciosos blancos frutales, pero serios”. El más versado se extenderá sobre el inconfundible carácter de la uva Verdejo, autóctona de la zona, y sobre los magníficos resultados de la incorporación de variedades de gran prestigio internacional, como la Sauvignon blanc, o sobre las posibilidades de una leve crianza en barrica. Para el entendido y amante de uno de los mejores blancos del mundo, un vino de Rueda será ante todo brillante, fresco, con aromas complejos a frutas maduras y exóticas, recuerdos florales y la brisa entrañable de las hierbas aromáticas. Y todos, a la hora de elegir una botella, evocarán el acertado equilibrio de finura y plenitud de sabor, la nariz intensa, el largo recuerdo almendrado y el característico punto amargo en el paladar.
Rueda es el paraíso de la Verdejo, uva blanca de gran carácter, oriunda de la zona castellano-manchega, principalmente de Valladolid, donde se concentra el 70% de su cultivo. La uva Verdejo es una de las pocas variedades autóctonas españolas de categoría internacional, capaz de ofrecer un perfil enológico de acusada personalidad y excelente equilibrio. Ese es el término: “equilibrio”. Preciosa combinación de historia y rabiosa modernidad. Perfecto engranaje entre los tres valores que, por separado, suelen caracterizar a los vinos de calidad de todo el mundo: zona de producción, variedad de uvas y marcas de prestigio. Son estos vinos los que ennoblecen la mesa, acompañando a los mejores manjares con su aportación aromática, la suavidad de su paladar, la frescura de su boca. Vinos blancos que potencian el sabor marino de los mejores mariscos, que integran en los pescados más finos su viveza y carnosidad. O que son capaces de armonizarse, sin estridencia, con carnes y guisos, aportando sus entrañables recuerdos de hierbas aromáticas. Vinos de prestigio que prestigian.
Y es que esta joven Denominación de Origen Rueda, reconocida oficialmente desde el año 80, ha restaurado con creces la fama del pasado en manos de los nuevos elaboradores.
Sensatos, generosos y con visión de futuro, los bodegueros actuales se esfuerzan en extraer lo mejor de las condiciones de esa tierra y de ese clima duro, pulen las posibilidades de las uvas seleccionadas y elaboran con esmero de alquimistas para concentrar la esencia de ambos. El resultado es que nada se pierde. El genio cabe en una botella.