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A mediados de febrero desaparecieron unas 100 botellas -entre ellas, algunas correspondientes a añadas raras de Pétrus como 1941, 1949, 1952 y 1967- de un comercio de vinos de la famosa región de cultivo del Pomerol. Se especula con que las botellas podrían valer 20 millones de pesetas. El dueño de la tienda declaró al periódico regional Sud-Ouest que la pérdida era irreparable, y expresó sus sospechas de que los ladrones conocían el lugar y seleccionaron cuidadosamente las botellas, todas de la casa Pétrus, como si quisieran montar una colección o tuvieran un pedido concreto. Uno de sus empleados fue mucho más reservado cuando le preguntamos, y sólo afirmó que «no podían confirmar los daños». También se mostró muy discreto el jefe de policía de Libourne. «La búsqueda de los delincuentes está en marcha», afirmó lacónicamente el comandante Lavarez, sin querer tampoco dar datos más precisos sobre el valor de las botellas sustraídas. «Los robos de vino», afirma este investigador de la famosa provincia vinícola, «presentan una tendencia al estancamiento. No sólo se roban vinos de fama mundial, sino también calidades más sencillas. Es raro que los vinos robados vayan a parar a la red de distribución clásica; suelen venderse bajo cuerda. A menudo, los grandes vinos se roban incluso por encargo».