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Al parecer, los bodegueros del Napa Valley han dado rienda suelta a su afán de experimentación en las nuevas plantaciones a que les ha obligado la filoxera. Cada vez pisan más fuerte variedades nuevas como Sangiovese, Cabernet franc, Syrah, Malbec, Sémillon, Viognier o Petit Verdot, a menudo como componentes de las cada vez más apreciadas cuvées. Pero en la presentación de este año de la Napa Valley Vintners Association la atención todavía estuvo acaparada por las variedades clásicas de Napa. Algunos de los mejores vinos fueron los siguientes: una cuvée de 1996 con alta proporción de Merlot, de Markham (embotellado previsto en Septiembre de 1999); los Merlot del 96 de Pahlmeyer (para el que habrá que esperar hasta Enero de 1999) y de Franciscan (Junio de 1998); un Cabernet Sauvignon de Madam Naoko Dalla Valle que ya resulta halagüeño aunque no se embotellará hasta Septiembre de 1999; una cuvée tinta del 97 de la familia alemana Eisele (en algún momento de 1999); el Cardinale del 96, una cuvée extraordinaria de clase internacional (Agosto de 1998); el Cabernet Sauvignon del 96 de Helena View Johnston, y el Merlot del 97 de Cuvaison (Septiembre de 1999). Nos asombró un Zinfandel del 95 de Rutherford con el añadido de “Port”. Efectivamente, el vino sabía como un excelente oporto.